¿Cómo no sentirlo, cuándo fue tan obvio?
Entregué inocencia, a quien conocía,
le abrí el corazón, porque yo creía.
Descubrí esas letras, que a veces sorprenden,
se pulen, seducen, parecen muy fuertes.
Se van y regresan, hablan y enmudecen,
juegan en las sombras... aunque todo arriesgues.
Y aunque no lo entiendas, vas en desventaja,
usan sus disfraces... vos, cara lavada.
Te confiesan cosas que no aceptarías,
pero era muy tarde... igual lo querías.
Confianza, ternura... paciencia infinita,
por estar muy cerca, en la lejanía.
Y entender muy pronto, que fue despedida,
y sentirme mal... ¿Cuándo aprendería?
Y al fin enfrentarlo, ¿No daba la talla?,
decepción-dolor... todo fue un drama.
Yo no volvería... ¿Qué quiso explicarme?
Sociedad, trabajo, familia... ¿Alejarme?
Y no pensó en mí... ¿Por qué entendería?
Deslizó promesas que no cumpliría.
Y a pesar de todo, creí que entendía,
no arriesgan nada... y todo a escondidas.
Me hice más fuerte... me asqueé de rufianes,
de sus proyecciones, chatas... delirantes.
La vida, o mi Dios, me trajo de vuelta,
no iba a arriesgarme... ¿Su vida es perfecta?
Me alegro, está bien, eso es lo que quiso,
no puedo soltar, quiero ver distinto.
Escribo, le cuento, le hablo... se niega,
yo me pongo un plazo... acoto la tregua.
Y tal vez, aún vuelva... tal vez, sea cierto,
saco de mi pecho un último intento.
Comparto mi humor, mis fallos, mis miedos,
bolsillos vacíos... ¡Enorme el silencio!
Norma