Debo confesar que el frío me trae a la
memoria sensaciones que no quisiera revivir… una edad de desamparo que tal vez
no abandoné totalmente… esa impresión de sentir que nada te protege… ese
temblor que produce, tan parecido al miedo… y me provoca angustia, tal vez la
que arrastro desde la remembranza de una infancia feliz, pero carente de
algunas comodidades… y la verdad… no me avergüenza, ni me enorgullece, ni me
sitúa en un lugar de sobreviviente o algo similar. Solo puedo decir que esa
gélida situación de indefensión, me provoca tristeza. Hubo calles de piedritas
blancas bajo mis pies… y las de asfalto, zapatos gastados… y botas nuevas, manos
envueltas en la bufanda o hundidas en los bolsillos… los ojos llorosos en las
mañanas donde el viento te hace doler las orejas y los pies apuran los pasos
por recuperar la calidez natural. Y uno juega a ser fuerte… desafía el “bajo
cero” en las calles despobladas, donde solo te acompaña algún árbol de hojas
perennes que afronta con total hidalguía esa contradicción de la naturaleza,
mientras que otros, se entregan a su destino y se desarman deslizando sus
despojos bajo los pies los distraídos transeúntes, que en su proeza diaria de
sobrevivir a todo en la calle, toman una postura casi autista… Y estás solo/a.
Esa, tal vez es la peor sensación… no importa cuantos caminen a tu lado… el
dolor es tuyo… la soledad también!
Entonces corremos… porque se nos va el
colectivo, el tren, subte… o simplemente, porque no podíamos salir de la cama y
es la única opción. Y tal vez el clima decide ser más exigente e irónico…
entonces comienza a caer una lloviznita que es preferible aceptar con
resignación… porque la otra opción es transformarse en un habilidoso/a en el
manejo de frágiles paraguas que a duras penas soportan la fuerza del viento.
En conclusión… “extraño el verano”, a veces es
necesario añorar algunas situaciones… incluso esto se traslada a personas o lugares
y entender que no todo pasa por el cuerpo, que si el calor corre por las venas
y podemos sonreír con la mirada… el sol no es tan necesario. Pero mientras este
extraño Otoño, con pretensiones de ser Invierno me espere en las calles por las
mañanas… yo voy a fingir que no me afecta… que no es rival para mi, aunque me
tiemblen las rodillas y la angustia me comprima el pecho… porque ya llevo
muchas batallas ganadas y otras tantas perdidas… porque tal vez, esto recién
empieza… pero nada es eterno… y porque sé que lo que no te mata te fortalece.
En
definitiva… lo único verdaderamente importante, es el privilegio de estar vivos…
y la sensación de amar… aunque duela.
Norma Marchetti
7/6/12
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