Cansada mi columna, se mantiene,
la luz esta en mis hijos, porque puede.
Un golpe al corazón, caen las vendas,
las letras que susurran la tragedia.
Y junto los pedazos aún con vida,
y vuelvo recordar que fui poesía.
Un cielo colorido... y su influencia,
las puertas del dolor, fueron de ausencia.
Los hombros se acomodan a otro peso,
buscando otro nivel en cada hueso.
Las palmas escondidas son siniestras,
verdades en las sombras, tez de piedra.
Las piezas se acomodan, todo cierra,
se alinean los ensambles de una esfera.
Historias de cartón bajo la lluvia,
la burda estimación... la más vetusta.
Con traje de payaso y sus caretas,
pintada la sonrisa en las bajezas.
Mirada de metal, gestos de roca,
con lengua viperina en la derrota.
Los naipes ya marcados son de espada,
su aguda percepción es lo que aclama.
Se hunde el pedestal en sus raíces...
brutal abismo negro que no exhibe.
El juego sin moral... y lo que calla,
incierto laberinto que lo atrapa.
Monedas de papel, alma perdida,
tan solo un cascarón donde hubo vida.
Norma Marchetti
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