De pie en las cenizas, como los valientes,
con el peso anclado del error reciente.
Con la frente en alto y el puño apretado,
con los hombros firmes y el escudo al lado.
Un exámen más... un cansancio extremo,
su ambición, el fallo de los ojos buenos.
Como aquel soldado que vuelve sonriente,
lejos de la guerra que planeó su muerte.
Arena que cae reparando el daño,
sabemos que sigue... se va vislumbrando.
Lo aprendí de niña, me abrazó por años,
me faltaba el nombre del demonio manso.
El averno entero se esconde en las calles,
su fuego los quema... no hay quien los salve.
Y lo quieren todo, nada es suficiente,
su sed es constante... destruye su mente.
Mis flores, el sol y algún verso alado,
cosas tan sencillas como el lado humano.
Jugadas maestras, prudencia y cautela,
el fango es propicio para urdir bajezas.
Guerreros en sombras, anónimos... grises,
hunden sus semillas para que enraicen.
Ocultan sus luces... evitando sombra,
se observan, comprenden lo que luego logran.
Norma
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