Fácilmente concluimos y juzgamos,
un martillo de impiedad en nuestras manos.
La soberbia nos aleja de lo humano,
implacables, somos jueces y jurados.
Una cuota de ceguera... y esa viga,
como juicio al ojo ajeno... se critica.
¿Qué inclemencia nos invade por momentos?
Esa toga que se instala... como fueros.
Con orgullo, ostentamos la certeza,
un engaño, que dual, nada contempla.
La campana sin un eco resonando,
la expresión de un extremo designado.
La campana sin un eco resonando,
una expresión de un extremo designado.
Una versión inapelable y persistente,
la necedad, que ha agravado lo que siente.
Mano cerrada, que no admite la apertura,
esa emoción calcificada en la denuncia.
Una balanza que se inclina conveniente,
una justicia que se erige sin cimiente.
Ningún reloj ha vuelto atrás, el tiempo pasa,
no se ha podido corregir, porque no atrasa.
Que la persona sin error, sea primera,
que con honores, tire ya, alguna piedra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.