https://youtu.be/aZHNtPobIQ4
Láminas de papel ondulando en la ventisca,
fotos y calendarios, de niñez y de familia.
Llegó una madrugada con el invierno y la luna,
creció pensándose sombra que no hallaba su figura.
Los juegos, la fantasía y aquel puñado de estrellas,
un lucero entre sus manos, se acurrucaba en las letras.
Cuándo su tierna figura deshojaba margaritas,
se desplegó ese hechizo cercenando las salidas.
Y subida al subibaja, como el pulso de la vida,
la casa se le hizo grande y las penurias... rutina.
Lecciones inolvidables.... el rostro de la apatía,
la batalla era constante y las lágrimas... amigas.
Endureció la mirada, los hombros y la sonrisa,
convivía con demonios y fantasmas que escondía.
Se sentía un escudo protegiendo a sus criaturas,
pero el fuego se filtraba, vulnerando su estructura.
Los niños fueron creciendo y ese blindaje crecía,
un ángel en su ventana, más que un mantra le ofrecía,
que cerraba sus oídos... y al dragón no obedecía,
y así liberó sus alas que por años no crecían.
Enfrentando ese dolor y muy débil de valía,
los caminos se cruzaron con quien nunca la querría.
Montado en caballo gris... promesas y margaritas,
para llevarla contenta a su morada de ortigas.
Sus hijos tenían alas... su presencia protegía,
ellos vieron su disfraz... un lobo que se cubría.
Y acompañando el proceso, pasaron miles de días,
hasta que volvió a enfrentarlo... y él huyó por otra vida.
Y no será Cenicienta... ni otra mujer ficticia,
será una mujer común, con todo lo que ello implica,
que disfruta de ese cuadro que nos ofrece la tierra
y los espacios profundos de las miradas más tiernas.
Norma.
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