Considero a la naturaleza, el equilibrio y la sabiduría.... una maquinaria de precisión... la justa importancia de cada especie y su razón de ser. El ciclo de la vida, el milagro de la concepción... la forma casi mágica en que todo se adapta a una nueva realidad o espacio... y resurge, se vigoriza, rebrota... se armoniza con el entorno o se regenera... el cosmos, la infinita cantidad de interrogantes y posibles respuestas. Las reacciones de la naturaleza y los fenómenos inexplicables. Frente a tanta grandeza inexplorada... los hombres nos limitamos a ver cielorrasos, nos ajustamos a las modas, nos esforzamos en la conquista de ideales materiales, nos adaptamos a formatos preestablecidos... vaya uno a saber con que bases y para que fin... pero nos transformamos en autómatas rutinarios, pendientes de la opinión de otros... y no es que no importe, es que no debe ser prioridad o un límite para nuestros objetivos.
En ocasiones, debo hacer un alto en el camino y encontrarme con mis propias verdades, para no ser lo que no quiero, para no desvalorizarme y sentir que me estoy faltando el respeto, para no aceptar lo que no tiene sentido... tengo la extraña sensación de no pertenecer a esta enorme maquinaria, donde somos simples engranajes de mayor o menor importancia o calidad, pero quiero pertenecer a pesar de todo... lo cierto es que no me resigno a poner en mi lista de prioridades lo superfluo.
¿Cuándo perdieron tanto valor los sentimientos?... será esta indomable naturaleza mía, esta irrefrenable búsqueda de utopías... tal vez, la necesidad imperiosa de no resignarme a esta fría imposición del materialismo... no sé... Amo las hermosas miradas, sin importar el color del iris... las buenas acciones, sin importar si el resultado no es el esperado, amo el anillo de mi madre que llevo en mi dedo medio... no por su valor, sino porque ella lo quería, amo los abrazos de mi hija menor cuando me ve mal... y las distracciones que improvisan mis hijos mayores... sus miradas atentas y las sonrisas dispuestas, cuando les cuento algo que me hace feliz... amo el detalle de quien recuerda cuántas cucharaditas de azúcar le pongo al té o al café... la receta de los churros que me dejó escrita mi padre, en una hoja ya amarillenta... amo la sonrisa de mis nietos... ver a mis hijos divirtiéndose juntos y su disponibilidad incondicional... amo los amaneceres en el campo y escuchar los sonidos de la naturaleza con los ojos cerrados, la magnificencia de formas y tonalidades de las flores... amo los días de verano, me fascina el agua aunque su poderío me atemorice... amo poder disfrutar de lo sencillo... que la música me regale sensaciones diferentes... amo que la gente sea feliz!!!. Y si no ensamblo en este sistema... tendré que seguir buscando la manera, pero sé que no soy la única... voy por lo más valioso... aunque no cotice en bolsa.
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