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viernes, 20 de noviembre de 2020

Me llaman Norma

  


A veces... trato de reunir esos pedazos que me dicen que pude ser eso que quise y también lo que no tenía ni pensado. Entonces, repito, rememoro, me dejo llevar por ese deseo de sorprenderme una y otra vez por tantos aciertos y tantos errores. 

 Finalmente los años me trajeron cierta sabiduría y entendí, nada es en vano, nada es casual. La vida te enseña siempre lo que debes saber, en el momento oportuno y si no podes verlo, insistirá hasta que si entiendas cual es el objetivo de tanta repetición.

 Ya sé que jamás, no importan la cantidad de años que acumules, se sabe tanto como para que tu cajoncito de información se llene. Por eso sé que no sería lo que soy si me hubiera faltado alguna persona, hecho o palabra de todas las que tuve. Todo me enseñó, me ayudó, me hizo ver, me puso a prueba una y otra vez... hasta las lágrimas.

 Esos padres maravillosos y humanos que tanto me protegieron y me dieron los mejores ejemplos de amor incondicional, de responsabilidad y de como crear un truco de magia con cualquier cosa. Ellos no eran magos, eran humanos que venían de caminos difíciles, pero eran arquitectos del mundo de alegría y comprensión que nos regalaban cada día, a pesar de todos y todo. Por supuesto que se equivocaban, pero aún así, no pude haber caído en mejores manos.

 ¡Tanta timidez por tantos años!.. también sirvió, porque puedo sentir lo que sienten los que están ahí, en ese mundo detrás del cristal, sin sentir que no hay barreras reales. Lidiar con la opinión y juicio de otros... sentir que no se pertenece... estar afuera siempre. Aunque nunca cruce del todo la barrera, ahora sé que puedo sentarme en mi barrera imaginaria y desde allí interactuar con ambos mundos sin estar adentro, pero tampoco afuera.

 No inicié mi vida adulta por capricho... fue por miedo a perderme el sueño que en algún momento pasó a ser pesadilla y en el que quedé atrapada sin saber como resolverlo, hasta que estuve lista y desperté. Este capítulo de mi vida fue una explosión de imágenes y sonidos impensados, bruscos, extremos y hasta esotéricos. Un sacudón de voces y un grito desde la distancia del tiempo, como en una parálisis del sueño, queriendo despertar y quedando en el pánico más extremo con la desesperación y la impotencia de sentir que nada se puede hacer. Así, sí, eso fue, desesperación y miedo hasta que alguien te toca y te saca de ese perturbador cerco de irrealidad, o tal vez, es un puente en el que pudiendo observar dos alternativas, tomas el impulso y corres sin mirar atrás. Entonces abrís los ojos y te aferras al despertador... no querés volver a dormir, pero es inevitable. Aprendés a ser agradecido y sabes que cuando el sueño te invada otra vez, será solo reparador.

 Escribir es mi descarga a tierra, es ese amigo que te llama cuando intuye que no estas bien y te escucha en las madrugadas o simplemente cuando lo necesites. Ese amigo que conociste en tu más tierna adolescencia, que estuvo allí cuando más lo necesitaste, cuando sentías que tu vida no tenía sentido o te embelesaba un atardecer. Ese amigo que no reprocha, que no te juzga, que te sostiene... que te conoce.

 No sé... la vida se me hace más fácil ahora que se que no debo esperar, que todo llegará cuando tenga que llegar y que nadar contra la corriente no lleva a ningún lado, que el placer de dar nada tiene que ver con el esperar, que abrir los ojos un día más es para agradecer, es volver a la vida... es oportunidad.

 No creo en los imposibles, pero también es verdad que la vida es interacción y movimiento, por eso debemos ser respetuosos de las voluntades ajenas cuando se cruzan pensamiento con distinto sentido.

 Que decir... no debemos nada a nadie y nadie nos debe nada, todo puede ser cambiado o no, tampoco importa que hacen los demás, cada uno debe ser feliz como considere mejor. Para mí, la paz es la mejor definición de la felicidad y todo esta bien... estamos jugando, estoy viva,
soy y me llaman Norma.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Despojados de soberbia

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 En el silencio de la voz que solo dice,
en la cordura de abrazar lo que se afirme,
en las distancias abra paz y un fuerte lazo...
y en el mutismo del dolor, será el milagro.

 Todas las manos que se aquietan en la espera,
todos los pies que ya no buscan hacia afuera,
los cuartos llenos y las calles solitarias,
como una caja de pensar en las entrañas.

 ¿ A quien acusas con tu dedo en el espejo?
¿ A quien reclamas el sonido de tu eco?
¿ Quién te redime por el paso de tu sombra?
¿ Cómo se espera sin saber cual es la hora?

 Solo un momento en las dunas mas sinuosas,
horas forzadas a mirar lo que no sobra.
Marcas de sal que se disuelven bajo el agua,
las cicatrices del reloj que da batalla.

 En este tiempo atemporal y disonante,
en este tramo de los cercos expectantes,
verán la piel bajo las máscaras ajadas,
y en los oleajes del temor verán escaras.

 Un lento andar sin la visión del horizonte,
con la reserva de templanza en los desbordes.
Un paso atrás para observar lo que hay delante...
bloques pesados sobre el hombro del Atlante.

 Un tiempo extraño en la hora inusitada,
el dulce amargo que se impregna en la tostada,
y en esos ojos despojados de soberbia...
habrá un destello que ilumine lo que queda.

Norma Marchetti
25/03/2020



jueves, 16 de enero de 2020

No sabre cuanto he callado


 Cuando termine esta señal y sea cansancio,
cuando el clamor solo sea sombra de un engaño,
cuando mi voz sea el matiz mas alejado,
sera el vacío quien encuentre ese milagro.

 Y finalmente no sabre cuanto he callado,
y aunque lo sepa, no seré lo que esperaron.
Entre mi mano y mi bondad habra distancia...
una versión de lo que soy sin las balanzas.

 Soy la columna de mi ser y mi acertijo,
soy lo que juzgo y lo que doy, cuando lo elijo,
soy mi versión mas distendida en la tormenta...
soy lo que abrazo en el dolor y las ausencias.

 Lo que se dice no es mi cause ni es mi huella,
lo que se escribe, no se otorga ni se presta.
Alguna flor en el ojal de esta cordura...
algún después en temor que ya no abunda.

 Ese legado en mi raíz y mis historias,
ese vivir con mi verdad... aún a solas.
Eso que vuelvo a construir desde el cimiento...
eso que dejo de decir cuando no espero.

16/01/2020






jueves, 2 de enero de 2020

Un átomo a la vez.



 Mirar y ya no ver... o ver más claro,
pensar si soy capaz de hacer reclamos.
Actuar... ser la versión de algunos ecos,
o ser la inmensa voz de mis intentos.

 Te veo en el espejo de mis ojos,
la luz girando en mí, con mis despojos.
Vestuario y antifaz... brillo y escena,
escribo ese guión con pocas letras .

  Sonrío en el reloj corriendo piedras,
 tan solo respirar lo que se expresa.
Mi punto, mi señal... lo que imagino,
un punto de fusión en mi camino.

 Un átomo a la vez... un paradigma,
un cerco, una prisión... de plastilina.
Me paro en el andén a solo un paso
de ser lo que se fue, o lo que alcanzo.

 Un viaje sin zapatos por la nieve,
las manos en la arena cuando llueve,
el sol en la montaña y sus matices...
abrazos de agua mansa a mis grises.

 Mirar con los cristales que prefiera,
reírme del porque... cuando lo pierda.
Saber que soy capaz de ser pequeña
y estar jugando a ser en esta tierra.

02/01/20