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martes, 12 de marzo de 2013

De pie...


 Esta noche con el Otoño en la espalda, insinuándose con su ocre llovizna de hojas, algo osadas para esta época, anunciando una estación desteñida, con su crujiente sonido bajo mis pies, que se desplazan entre las desgastadas veredas de mi barrio. Y la rutina amenazando con quitar en brillo veraniego del paisaje salpicado de dorados.
 Y me siento a esperar... y camino sin pensar, porque pensar es la trampa más temida y la solución más confusa. Porque no encuentro un lugar para mi alivio... porque el yugo se hace pesado y la sangre es noble...  corriendo al ritmo acompasado de mi pulso, que me mantiene en la calma del que sabe que nada es fácil, que la felicidad bien entendida se alimenta del equilibrio y la tranquilidad de consciencia.
 Con la convicción de sostenerme en pie a pesar de todo y de todos, a pesar del pasado que se llevo los años, del amor no correspondido, de las deuda con mis deseos más profundos... a pesar de esos sueños que tal vez no sean más que un ramo de utopías que se marchitaran con la inexorable transformación a la que nos somete el tiempo.
 En compañía de la angustia que suele visitarme por las noches, para recordarme el lugar vacío, que arremete contra mi vitalidad y me deja sola en el interior... en la estéril proyección de un destino aventurado... en la desgastante lucha del día a día que obliga a levantar la frente en las mañanas, para salir a pelearle a la vida cada tramo digital del calendario. Porque el silencio no es ausencia de palabras... es el nudo en la garganta, que te oprime el flujo desbocado de la tristeza.
 Cierro los ojos un momento... me acurruco en este frío de abrazos y me sostengo en mi pose firme, en el vertical de mi columna, en la honestidad de mi mirada, en la profunda cordura de mis sentimientos...

Norma Marchetti
12/3/13