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jueves, 6 de noviembre de 2025

Desde sus rincones escondidos



 Hoy no tuve un buen día, pero tampoco fue tan malo, se bien que no siempre puede salir todo bien, por lo tanto, mañana será otro día... e imagino que todo va a ir bien. 

Mi infancia y adolescencia, se vieron opacadas por el miedo y la timidez... nada fácil, lo aseguro. Con el paso del tiempo y la llegada de mis hijos, fueron borrándose parcialmente algunos de mis tabúes más aterradores... como hablarle a un desconocido... sí, a ese extremo. Debo reconocer, que algo me ayudó mucho, fue mi experiencia en la Iglesia, como guía de padres, en catequesis familiar. Mi limitación por leer en público, llegaba al extremo de ver letras indescifrables, porque el temor de estar expuesta, me provocaba la desafiante tarea de intentar leer, cuando las letras se borroneaban ante mis ojos, sin la excusa de tener un problema en la vista. 

De igual manera, el desafío de sentarme frente a un grupo de madres, padres, o abuelas, para guiar la lectura del tema del día, también significó un reto. No solo surgían reclamos, además, los desafíos pasaban por cuestionar mi rol de lidiar con personas desconocidas, sin que sea redituable para mi bolsillo.

De todas formas, y a pesar de los reclamos en casa, aprendí a desenvolverme de una manera más fluida. Tampoco fue del día a la noche, fueron siete años, que se interrumpieron con mi último embarazo.

 En conclusión, si fue difícil, pero me ayudó a vencer algunas limitaciones autoimpuestas. 

Más adelante, la vida me confrontó nuevamente, es muy fuerte darse cuenta que es inútil insistir en un vínculo perpetuado durante años, con la esperanza de remontar un amor ya muerto y en perpetua agonía. El cuestionarse, si enamorarse nuevamente, sin intención, sin proponerse nada, era suficiente razón para salir del letargo consensuado, de la tristeza innegable, la certeza de saber que nada fue suficiente y la confrontación para lograr mi libertad, iba a ser feroz.

 Todo parecía irreal y tortuoso, pero salí con la ilusión de comenzar algo bonito y transparente, pero... también fue una ilusión truncada por una realidad que yo no sé comprender. 

 Y después, la soledad, las cargas, el trabajo, el estudio, los hijos, la casa... y mi escondida tristeza.

 Familia y conocidos insistiendo en que era joven para quedarme sola y conocí gente con la que no encajaba. Después conocí a alguien que creí... pero no. Y después, la bronca, la impotencia y el blindaje que intenté crear a mi alrededor, pero, cuando ya tenía todo mi tiempo acomodado para no intentar nada más... apareció alguien que pregonaba querer enamorarse y todo eso que tal vez necesitaba escuchar. Entonces, lo intenté y entré en una espiral de once años de desilusión, discusiones, ver la cara del cinismo, disfrazado por momentos. Creo, que si lo anterior había sido difícil, esta era la tesis final para mi graduación. Sinceramente, no se lo deseo a nadie, pero sí, es verdad, salí de ahí con dolor, con fuerza y con la convicción de saber que solo vencería, quitándole el poder sobre mí. Ese poder que otorgamos, cuando no tenemos idea de en que nos estamos metiendo. Y si... me hizo más fuerte, pero... ¿A qué precio?

 Entre toda esta vorágine de hechos, quise estudiar, pero nada es fácil, diferencias obvias de edad con mi grupo, estudiar por la noche, o en medio del ruido y la rutina, para no alterar la vida familiar. Ir a rendir parciales y finales, después de haber discutido o llorado. Estar en un lugar bonito, como examen final, después de tres años intensos, y extrañar a la gente que quiero. Sentada con mis compañeras en una hamaca, bajo las estrellas de una noche bellísima, y yo, pensando cómo estarían mis hijos.

 Si, también sirvió para poder expresarme mejor y sociabilizar. Entonces, comencé a hacer algo, que siempre pensaba, pero que era muy difícil para mí llevar a la práctica. 

 Casi sin proponérmelo, veo algo valioso de algunas personas, tal vez, un gesto imperceptible para otros, pero yo me propuse decírselos, aunque, puede desorientar, porque la gente cree que ganar es llegar primero, y yo creo que es tener la alegría de poder caminar junto a otros que son igual de importantes. 

 Con ese criterio, le dije a una de mis profes, cuánto la admiraba, era un sin fin de conocimientos, era la pasión por el paisaje o el destino ideal, el énfasis en los detalles, el amor al arte y sus autores. Toda una vida como guía de turismo internacional, amante de mi país, sobre todo del norte. Tal vez no tenía el mejor carácter y era muy exigente, pero yo le pedí que escriba un libro con esos conocimientos adquiridos en la experiencia, y que me avise... yo quiero ese libro. Nunca falté a ninguna de sus clases y mi cuaderno de esa materia, no se prestaba, o sí... pero para llevar hasta la fotocopiadora y de vuelta a casa. 

 También hubo un profesor de historia, que a todos nos marcó de maneras diferentes. Con su humor sarcástico, en la medida justa para no ofender, sus clases fueron esclarecedoras, en cuanto a hechos conectados, el por qué de algunos resultados y, obvio, sí, también se lo dije. Algunos hechos históricos que uno aprende aislados, cobran sentido, cuando se ve la conexión y el trasfondo.

 A mi profe de contabilidad, le agradecí, por llegar todos los días con una sonrisa, a pesar de ver su cansancio. Le dije que apreciaba mucho su buen trato y su respeto. Ella quedo sorprendida, me dijo que nunca se lo habían dicho. Y si, el contraste con otras profesoras era notorio.

 El último día de clase con una profesora, que muchos cuestionaban... me tocó a mí.

 Yo estaba sin dormir, porque las últimas semanas, fueron agotadoras en presentación de trabajos y finales. Una compañera, me cuestionó un tema que expuse, porque me salí de su libreto, pero, presentábamos un proyecto de grupo de un hotel en una bodega mendocina y, hasta el logo debía representar el sentido de ese alojamiento. Luché un poco con la presentación casi desganada que querían entregar, entonces, me hice cargo de la parte gráfica y la compaginación del trabajo. Cuando terminé el final, ella me preguntó si me había sentido cómoda trabajando con mis compañeras, y sin pensarlo, dije sí, pero ella insistió, entonces, le mencioné que intuía que no siempre los chicos aceptan a las personas mayores y se complica, cuando no tienen buena relación con sus madres. Ella me dijo que eso no lo justificaba y que yo debía valorarme mucho, porque era una persona muy valiosa. Que en un parcial, me calificó con un diez, por mi manera de expresarme. 

Y desde entonces, intento destacar en algunas personas, esa luz que irradian, desde sus rincones escondidos. 

Hace unos días, pasaba por el bajo nivel de una estación de tren cercana, por donde hace años que paso bastante seguido. No es de esos lugares que dan miedo, es un espacio en que la gente vende diferentes productos, desde medias a condimentos. Pero, cerca de las escaleras, suele haber un señor sentado con su guitarra que interpreta temas de los Beatles. Realmente, yo no tengo un oído refinado, ni conocimientos de música, pero... para mí, es muy bueno en lo que hace. La última vez que pasé por el lugar, el señor no estaba cantando, simplemente, conversaba con alguien, pero yo me acerqué y le dejé dinero en el sombrero que deja para ese fin, a un costado. Creo que se sorprendió, entonces le dije que ya lo había escuchado cantar muchas veces, y que era excelente, se sonrió y me agradeció, yo me fui a esperar el tren, y cuando subía las escaleras, escuche...  Yesterday, all my troubles seemed so far away...

 Y todo fue real... 

Norma.