traductor

sábado, 17 de mayo de 2025

A PESAR DE TODO... Capítulo 2: "Nos esperaba el mar"

 


Tal vez, no recuerde todos los detalles, pero tengo algunos recuerdos que aún se sienten con esa mezcla de alegría e inocencia, esa magia que se duerme, cuando el mundo impone una visión velada de lo que existe.

 Llegamos a Mar del Plata, unos meses antes de mi cuarto cumpleaños. 

 El mar, nos recibió con ese encanto salvaje e infinito y la espuma de su vaivén. La inmensidad de sus médanos suaves, salpicados de rayitos de sol, y ese viento incansable, que ondeaba los banderines de alerta, cuando el imprevisto ritmo de las olas, amenaza con tragarse todo a su paso. 

 El cielo, era como una gran pantalla de anuncios publicitarios, algunos eran dibujados por avionetas que desplegaban un arte mágico, que nos impedía despegar los ojos del cielo, hasta que las frases se completaran.

 Sobre el bullicio de la arena, caminaban los vendedores ambulantes de barquillos, helados, gaseosas y algunas propuestas más. Mientras que, los círculos de aplausos, anunciaban un alerta, para padres que habían perdido de vista a sus hijos. Los guardavidas y las boyas solo tenían movimientos pendulares, sin abandonar su posición y la infaltable advertencia de los adultos, _¡Cuidado con las aguas vivas!

 Lo increíble, era como el viento barría las calles y la ciudad lucía impecable. La llegada de los primeros turistas, era muy notoria y se hacía un poco más difícil caminar por las veredas. Mientras que los inviernos, se tornaban muy crueles en y el trabajo disminuía cuando la muchedumbre se alejaba y la ciudad retomaba su calma solitaria, solo apreciable, para los que resistíamos las tormentas y la furia del mar golpeando las rocas y las escolleras, que invadían su espacio perpetuo. 

De ese tiempo, arrastro dos ¿traumas?. El primero, cuando una pequeña ola me empujó y caí bajo el agua salada. Aunque todo sucedió en segundos, sentí que al abrir los ojos me ardían y que no podía hablar porque instintivamente sabía que eso no era posible. Aunque fue una experiencia mínima, porque mi madre me levanto en segundos, se me activó un miedo exagerado al agua que podía derribarme y asfixiarme también.

 El otro episodio que me marcó, fue por esa idea de querer caminar sola y contar con la ventaja de tener una mano muy chiquita, lo que me permitía deslizarme y soltarme de las manos que me cuidaba. El caso es, que mis padres decidieron darme una lección y me dejaron zafarme y caminar sola entre la gente, hasta que me di cuenta de mi soledad, y una chica, que estaba con un payaso, que vestía una peluca muy colorida y su cara caracterizada, se agacharon para contener mi llanto desesperado. Calculo que como mis padres estaban siguiéndome sin que los vea, esto no tardó ni un minuto, pero... a partir de ese suceso, no me solté más y me causan mucho rechazo los payasos, mimos y cualquier tipo de máscaras o maquillajes que desdibujen un rostro humano.

Recuerdo las últimas  noches en Mercedes, cuando sentíamos miedo, mi madre trababa las puertas con muebles por las noches y dormíamos con un velador prendido, porque mi padre tuvo que viajar en tres ocasiones a Mar del Plata, hasta que finalmente, fueron contratados como encargados en un hotel en la calle Chacabuco al 3.600. El hotel no era grande, creo que tenía tres pisos y en la terraza, vivía una familia en un pequeño departamento, en forma permanente. 

 Recuerdo que, viviendo en el hotel, mi padre, hizo para nosotras y para los nenes de la familia que vivía en la terraza, unos pajaritos que silbaban cuando el viento hacía girar sus colas, ya que en el otro extremo del palito, un clavo se deslizaba sobre una chapita y así se producía el sonido. El resto del pajarito, era de cartulina de colores y en la cola, tres plumas de cartulina, cumplían la función de molinete. En algunas ocasiones, nos armaba barriletes, trompos y otras distracciones.

 Mis padres, eran personas muy sociables y solidarias, por ese motivo, hacían amistad con facilidad. No sé como se formó el vínculo, pero mi hermana jugaba con una vecinita, y yo... solo miraba, porque era muy tímida. Recuerdo que jugaban con un Pata Pata, que era toda una novedad en esos días.

 Era muy divertido, cuando recorríamos por los pasillos del hotel, ya que generalmente, las habitaciones estaban vacías. Olvidé algunos detalles, pero se que dormíamos en camas superpuestas y la de mi hermana era la que estaba arriba, porque yo era muy chiquita.

 Para mi cumpleaños, mi madre me hizo una torta y la decoración fue con gajos de mandarinas, porque me gustaban mucho. Supongo que la situación económica estaba medio complicada, pero yo la recuerdo con mucha alegría. Se me viene a la memoria una imagen de ese día, la luz entraba por una ventana iluminando la mesa en la que mi madre había ubicado la torta, y yo, soplaba las velas, arrodillada en una silla. 

 Una tarde, en que pasó un vendedor, con la promesa de transformar una pantalla de televisión en blanco y negro, a color. Aclaro que estoy situando esta escena en 1968, para que se pueda tomar dimensión del significado de la propuesta. Todos nos reunimos, en torno al televisor, para presenciar el milagro, pero... el señor sacó una especie de celuloide, con rayas de colores y lo adhirió al vidrio, mientras observábamos con desconfianza, una transmisión que sí se veía en colores, pero con rayas horizontales azules, verdes, amarillas etc. No logró convencer a mis padres, pero bueno, evidentemente me impactó supongo, sino tal vez no lo recordaría. 

 Una día, mis padres nos contaron que, habían vendido el hotel y los nuevos dueños iban a prescindir del personal. Para nosotras fue triste, pero para mis padres, fue demoledor. Sin pérdida de tiempo, buscaron solucionar esta impactante noticia y las medidas fueron desesperadas. Buscaron un depósito para los muebles, nosotras tres, mi madre, mi hermana y yo, nos fuimos a Mercedes a casa de mi tía Luisa y mi padre, se quedó en Mar del Plata, buscando trabajo y una nueva vivienda.

 La odisea, duró tres meses y tampoco fue lo mejor, pero en esas circunstancias, era lo posible. Mi tía Luisa, era mi madrina y hermana mayor de mi madre. Su casa era muy amplia y prolija, con una habitación de huéspedes muy cómoda. Era un cuarto muy luminoso con una ventana grande que daba a patio de la casa.

 Mi tío Tito y mi tía Luisa, vivían solos, porque no habían podido tener hijos. El hall de entrada, estaba acondicionado de tal manera, que habían podido instalar una tienda, en la que vendían telas, hilos, cintas, puntillas, botones, cierres, galones etc. Creo que ese es el origen de mi fascinación por estos elementos, que los ciento como óleo para un artista plástico.

 Mi madre confeccionaba delantales, manteles, servilletas y otras prendas, para vender en la tienda, como retribución a la ayuda que estábamos recibiendo.

 Después de tres largos meses, mi padre había encontrado un pequeño departamentito y un supuesto socio, con el que armarían radios, para otra persona. Y así comenzaba otro capítulo en nuestra vida...