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viernes, 18 de marzo de 2011

El viaje.

Hace un tiempo atrás... alguien, me hablo de un maravilloso lugar, un paisaje soñado, ese, que una vez dibujé en mi infancia... tal vez imaginando que así sería el edén. Alguien me recordó que en mundo es una extensa postal donde la naturaleza juega a recrear para la vista los escenarios más alucinantes... esos, que de solo verlos, revolucionan la sangre y el espíritu, calman con serena melodía y aceleran el pulso por el solo hecho de exhibirse.
Paraíso e infierno... santidad y lujuria... pasado y presente... vida y muerte... calma y tempestad.
Decidí un día que el mundo no era tan pequeño como el globo terráqueo del colegio, ni se podía encerrar entre cuatro paredes... y mi visión del mundo, era exactamente esa... como suponer que todos eramos partículas microscópicas que habitaban ese mundo que giraba a voluntad sobre un eje, que no era imaginario... era real y lo atravesaba... y lo poseía... y lo manejaba.
Estaba yo un día observando por mi ventana, pensando cual sería la real proporción del mundo... tratando de imaginar que escala se habría utilizado para recrear esta réplica en miniatura. Imaginaba también que los paisajes que yo había soñado eran producto de mi imaginación y los de las revistas, eran fotografías trucadas o arregladas para lograr el efecto de seducción que atrae turistas con sus billeteras.
Un día, alguien, me contó que había viajado mucho y que eso que yo creía una quimera, era real, que la naturaleza es generosa y se explaya con sus texturas y colores a lo largo de todo el planeta, que no todas las aguas son como las que se ven desde La costanera, donde los seres vivos y contaminados, sobreviven es esa turbia masa de desechos industriales y orgánicos... alguien, me dijo que no, que esa no es una correcta visión del mundo... que una manzana puede haberse golpeado y ser solo un círculo oscuro en una sabrosa manzana. Alguien me dijo que todos los habitantes del planeta compartimos el mismo cielo, pero en algunos lugares los paisajes soportan una lluvia ácida... pero que en el resto de la Tierra, la lluvia es sinónimo de vida y bendición... que la misma mano que puede abofetear, también fue diseñada para acariciar y ayudar a levantar al caído. Mi cabeza retuvo todos estos nuevos conceptos y todos los otros que alguien me transmitió. Así comenzó un largo proyecto y la idea de emprender un viaje. Los días pasaban y un día, compré una gran valija, porque tenía muchísimas pertenencias y necesitaba mucho espacio, pero era consciente, de que este proyecto iba a ser muy doloroso, porque no había forma de quedarme con todo... y lentamente comencé el descarte. La cajita con los recuerdos... ¡No!, de ninguna manera, tampoco las fotos... bueno, sí, algunas iba a repartir. Y descarté ropa, zapatos, carteras, accesorios, las sábanas de dos plazas... ¡Todas!. Pasaba las noches enteras clasificando mis pertenencias y desprendiéndome de ellas con una o varias lágrimas... es que yo me encariño con todo...
Cuando creí que todo estaba listo, decidí tomarme algunos días más... no podía irme sin estar absolutamente segura de que ya no tendría que volver a buscar alguna cosa. Una mañana, me desperté llorando y supe que era hora de irme, como me pasaba cuando era chiquita y venía mi madrina a buscarme para pasar las vacaciones en su casa... y no es que no me gustara, pero me dolía desprenderme de mi familia, por eso, me levantaba, me lavaba la cara y si alguien me preguntaba que me pasaba, decía que me había quedado con sueño.
Angustiada y feliz a la vez, tome mi valija y comencé a arrastrarla con cierta dificultad, pero después, mis músculos se fueron habituando al peso y se me hizo más ligero. Llegué a la terminal de ómnibus, y con mucho entusiasmo quise ver todos los folletos y promociones, pero nada parecía accesible para mí... lugares soñados que solo podía ver cuando dormía... cuando soñaba. Tenía algunos ahorros, pero al parecer no era suficiente y me quedé en la terminal dando vueltas, durmiendo, corriendo, enojada, ilusionada y totalmente desilusionada también. El caso es que los meses pasaron y yo no pude salir de allí... mi nueva casa es la terminal y corro como desesperada cuando veo que alguien va a pegar un anuncio de promoción hacia algún lugar, tanto es así, que cuando despierto, algunos de los empleados, ya me dejan los folletos a los pies del banco en el que duermo... se me complica un poco para lavar la ropa, pero eso ya lo solucioné, ahora lo complicado va a ser lograr secarla en invierno, por eso, esta mañana tomé una decisión... dolorosa, pero imprescindible... "Este invierno me haré ido como sea"... a fines de Mayo, se va a cumplir un año del día en que decidí viajar... pero sigo aquí y ese alguien no volvió para que le pueda preguntar ¿Cómo hago para salir de esto?... como eso no sucede y como supongo que debe ser mi propia determinación la que fije mi destino, me puse un plazo y si lo puedo resolver antes, mejor... me evitaría la contractura que me provoca este asiento que haces las veces de cama, y la falta de mesa con mantel. Esta mañana salí a caminar, pero dejé la valija a uno de los empleados, es que a esta altura, ya me conocen como "la loca que quiere viajar, pero no quiere admitir que no puede". Retomando... esta mañana tomé la decisión, voy a trabajar en esto, es lo mejor... veré otras opciones... tal vez me busque un trabajo y junte el dinero que me falta... o saco un pasaje hacia cualquier lado donde el aire sea puro, el cielo traslúcido y el agua de los lagos tibia... mientras que el sol salga... puedo volver a enamorarme.
No sé preocupen por mí, cuando llegue, les mando un mail y si se me da antes del invierno... ¡Dios quiera!... voy a estar dispuesta a soñar otra vez...

Norma Marchetti
18/3/11

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