tal vez, por ser tan extraña, por barroca... o por extensa.
Érase una vez un cuento y una niña soñadora,
con los miedos adosados, que la pintaban con sombra.
Una vida en restricciones, sin libertad... bajo el yugo,
de aceptar los menosprecios, lo que se puede, y su rumbo.
Sometida al desarraigo y el dolor en despedidas.
a callar, por ser amable, sin defender su valía.
Sus ojos quedaban fijos, en lo preciado... perfecto,
de su libertad asertiva como legado de ejemplo.
Y así pasaron los años, con su faro de incentivo.
Él, fue su historia bella, ella, vivía en su limbo.
Y aunque el mundo no veía, él se acercó sin miedo,
y aunque fuera un privilegio, se sintió con desconcierto.
No es verdad, que no soñara con quedarse a su lado,
pero el suelo se movía, permaneciendo en su encanto.
La vida los llevó lejos, fue su recuerdo sagrado,
el intocable, el supremo... de imperturbable legado.
Ella, llorando muy triste, pidiendo al cielo la suerte,
de acordarse de quien era, y porque sonreía siempre.
El tiempo la acorraló, solo él podía contarle,
el cielo borró otra opción, para poder encontrarse.
Ella, le explicó sin filtro, el lugar que habitaba,
donde seguía en recuerdos, idealizado... en la magia.
Ella, nunca advirtió, que caminos abriría,
ni si a él le afectaría tanto, el aluvión de caricias.
Nunca tuvo la intención de afectar algún entorno,
solo quiso regalar, algo guardado... muy hondo.
Todo se dio muy bonito, muy extraño... muy sincero,
él sin decir, dijo mucho, ella se jugó con miedos.
Él, la encontró en madrugadas, la consoló, la sostuvo,
ella, le sumó a su cuento, lo que descubrió sin muros.
Él, se fue y regresó, con su carta despechada,
¿Y se enojaba con ella por someterlo a una trampa?
Ella, lo pasó por alto, porque solo lo extrañaba,
él, munido de talento, siempre volvía y se aislaba.
Ella, no quería soltarlo, quería que al fin hablaran ,
esos ojos tan profundos, al tenerlo cara a cara.
Él, proponía un espera, de años y más distancia,
ella, hizo oídos sordos, porque no se conformaba.
Él, tomó las decisiones y la empujó hacia la escarcha,
ella, se sintió morir y se abrazó a sus palabras.
Solo mover una pieza, hubiera cambiado todo,
pero, se creyó el relato y lo empujó bien al fondo..
Ella, se aferró a su cambio, con el dolor en las venas,
no entendió porque encontraba, solo momentos de pena.
Sus hijos como bandera y el silencio como escudo.
se convirtió en la guerrera, en la muralla del mundo.
Y el universo pactaba, otro vuelta involuntaria,
ella jamás volvería... un ángel tendió una trampa.
Solo por curiosidad, leyó una frase olvidada,
pero algo conspiró, abriendo puertas selladas.
Y no lo pudo creer, él la aceptó de inmediato,
ella no podía entender lo que sintió... ¿Era un trato?
Y rescató los momentos que la música traía...
otra vez esa promesa, que ahora sí comprendería.
Su impulso fue marcharse, pero quiso ver más lejos,
para cerrar esa historia, o vivirla por completo.
Su desafío más cruel, fue encontrar su mirada,
pero debía ser fuerte, alguien más lo acompañaba.
Y sostuvo sus entrañas que dolían, desgarradas,
y observo su sonrisa, en la inocencia clavada.
Y la mirada tan triste, de un guerrero hacía el calvario,
le dijo que no lo suelte... su corazón va fallando.
Y se deshizo de bichos, drenadores de energía,
y se concentró en sus ojos, esos que aún conmovían.
Y se dijo, _ ¡Se valiente!, aquí no habrá garantías,
no jugarás a ganar, solo a amate... y ser digna.
Y los mensajes llegaron, entre tristeza y poesía,
ella, enfriaba el llanto, por no ceder a la huida..
Él, nunca entendería, que el amor no se resigna,
que el tiempo no borra nada, cuando el cielo lo dicta.
Y así, pasó tanto tiempo, que ella se fue alejando,
el aire se volvió turbio, entre sus vicios y encantos.
Y una noche lo entendió, siempre fue lobo enjaulado,
presa de sus instintos... quisieron domesticarlo.
¿Y qué hacer ante los retos de la niebla entristecida?
Ella, se hizo fuerte y resistió su embestida,
él, no supo que hizo, toda esa fuerza expandida,
y presume que es muy fácil aceptar una utopía.
Ahora, no es rencor lo que se impone en distancia,
es no aceptar el dolor, de ocupar lo que si mancha.
Y a pesar de tanto amor, resignarse a no ser nada,
con la confianza partida, por destrozar la esperanza.
Tal vez, lo cante un juglar, en algún nivel sin tiempo,
y se esté romantizando, como un amor sin aciertos,
pero decreta en certeza, que será la última espera,
porque uno de los dos, no volverá a esta tierra.
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