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lunes, 16 de junio de 2025

Me dicta la musa

 

                                                          https://youtu.be/X6IQOVYOUGc

Algo indescifrable me sacude ahora,

dos extremos raros, los días se acortan.

Escribe los sueños, es mensaje oculto,

sin drama, sin miedo, no pierdas el rumbo.


Los ecos de un sueño, repito en mi mente,

me dicta la musa... y no se comprende.

Ni bien me despierto, yo solo lo escribo,

sin cambiarle nada, ni comas, ni puntos.


"Puedes ser quien quieras,

no importa que diga la mirada ajena,

no importan los años, ni el reto que siga,

abre bien los brazos a nuevas sonrisas.


Camina sin miedo, huye de las dudas,

conserva ese brillo, que la vida es tuya.

Rompe ciclos viejos y arriesga a futuro,

tu legado es blanco, derriba los muros.


Canta como puedas, baila sin los juicios,

cuenta que es hermoso el viaje a este mundo.

Nada es tan real, moldea tu vida,

lánzate sin miedo... no serás vencida.


Abrazos y besos en las bienvenidas,

porque se abre el cielo... no habrá noches frías".


No sé quién lo dice... pero agradecida,

no sé con quien habla mi alma dormida.

¡Gracias por la fuente que me trae aliento!

¡Gracias por sentir... aunque sea intenso!


Conecta tu infancia a este presente,

antes del tornado, antes del presente.

Esa esencia en luz que nunca se apaga,

viste tu armadura, solo en la batalla.  


Norma.

viernes, 13 de junio de 2025

El viento me dijo...

 


El viento me pide que cierre ventanas y abra las puertas,

que cubra mis brazos, del frío rocío y de la luna nueva.

Esa escarcha blanca, en los pastos verdes, dejará su huella,

y será la aurora,  lejos del aullido... la triste quimera.


Lo que sabe amargo, no será veneno... no será fracaso,

sigue caminando, no pierdas el tiempo, que cuesta ganarlo.

Ahora, ¡Detente!, con esa templanza que traen los años,

hoy te digo... ¡Vuela!, que no te detenga lo vive anclado.


No habrá enojo, no busques venganza, ni juicio apurado,

lo que sí te pesa, es el tiempo muerto... ¿Fue desperdiciado?

"Sin cargos de conciencia", harás lo que debas, sin el sacrificio,

sin carga, sin sueños, sin aquellas voces que traen bullicio.


No busques dolor como autocastigo, por otra mirada,

sí, se que no es fácil, salirse del bucle, que no lleva a nada.

No vas a ser cruel, destruye letras, no has de engañarte,

más te duele a vos, si no cuidas fuerte el amor sin talle.


Y veo los cambios llegando a tu cause, sin pedir permiso,

el humano es frágil, si no ve en su fuerza linaje divino.

Tu cuerpo, tu mente y también tu alma, son un todo mismo,

te llega ese miedo, el dolor y el fuego de encanto efectivo.


Desperdicia el hombre, este viaje hermoso... tiempo restringido,

no mira hacia afuera, viven perturbados por verse más lindos.

El viento lo grita, ¡Tu increíble luz, es irresistible... es tu atractivo!

hazlo como quieras, pero no delegues tus dones... tu brillo.


La llovizna afuera, como tantas veces... también es por dentro,

el viento me dijo... ¡Basta!, ya no corras, suelta, es lo correcto.

Despeja tu mente, descansa, alinea, ordena y ¡Se fuerte!,

lo que sea destino, lo verán tus ojos... sabrás cuando llegue.


Norma.




domingo, 8 de junio de 2025

A PESAR DE TODO... Capítulo 4 "Mis primeros años de colegio"


 Los meses pasaron, y mis padres encontraron otro lugar donde vivir, era como una especie de gran salón o local para negocio, no recuerdo con precisión. Solo sé, que de alguna manera, fue acondicionado para que tomara forma de hogar. Esta vez, un conocido de mi padre nos alquiló este espacio en el frente de su casa y él, con sus tres hijos ocupaban la casa que seguía a continuación, con una entrada lateral, tipo PH.

 No fueron pocos los inconvenientes que surgían, ya que el dueño de casa era viudo, y dejaba sus hijos a cargo de su hija mayor, aunque ella tuviese unos doce años. 

 Mi madre los ayudaba como podía, pero no eran niños acostumbrados a los cuidados y vigilancia de adultos, excepto, en las horas que su padre compartía con ellos, después de una larga jornada de trabajo. Seguramente, su realidad era muy complicada y hacían lo que podían, tenían conductas propias de niños sin límites sanos. En varias ocasiones, mi madre cocinaba de más y les llevaba comida, y así descubrió que los nenes entraban a nuestra casa cuando no estábamos, y se llevaban cosas. Mis padres hablaron con el  padre y él hizo lo que pudo, pero no podía quedarse a supervisarlos y era una historia sin solución. 

 Caminando por el barrio, encontraron un terreno, cercado con alambre tejido, el pasto estaba muy alto y los límites eran escoltados por árboles altos, plantados estratégicamente uno al lado del otro, excepto en los laterales que llegaban al fondo del terreno. Apenas se divisaba una construcción, como una gran habitación, pero sin techo y sin puerta. 

 Mis padres indagaron entre los vecinos, algunos eran muy nuevos en el barrio, y estaban terminando de construir sus casas, y otros conocían la historia de los terrenos desocupados. Le contaron a mis padres, que una señora, que vivía en un coqueto barrio del centro, era la dueña. Comprar ese terreno, había sido una inversión para sus ahorros, pero que no había vuelto para hacerle un mantenimiento. El dueño original, era un hombre que había hecho los cimientos, algunos pisos, la habitación que parecía esconderse entre la maleza, el pozo del baño y los caños para el agua, pero por alguna razón, abandonó todo y vendió. 

 Y así empezó todo, mis padres encontraron a la dueña del terreno, una señora muy amable y sin problemas económicos, que accedió a darles un plan de pagos, con cuotas muy bajas imagino, pero que para mis padres, representaban un terrible sacrificio. 

 Mientras tanto, mi hermana debía comenzar las clases y mi madre escuchó que en las cercanías, se inauguraba, una escuela municipal, que prometía mucho más de lo que finalmente fue posible. El colegio era de educación primaria, con salón para festejar eventos, sala de proyección y televisión, taller de manualidades, vacunatorio, un escenario que daba a un muy amplio patio cubierto y cada aula tenía enormes ventanales que daban al patio externo. En su interior de cada aula, un baño para niñas y otro para varones, nunca volví a ver un colegio tan bonito al momento de estrenarse, incluso las nenas teníamos en el baño jabón y toalla rosa y los nenes, celeste. Pero, como lo perfecto es ilusión, el patio externo no tenía paredón para cercar los límites del colegio, el lugar en que se encontraba era medio descampado y para llegar, había que cruzar un puentecito, que sinceramente, daba miedo. 

 El principio del fin, comenzó cuando las autoridades del colegio perdieron el control sobre los alumnos y todo fue caos, al punto que había pocas maestras con la vocación y el coraje suficiente para enfrentar a algunas familias que ostentaban su ignorancia y su falta de normas básicas de conducta.

 Ese año, se autorizó a que los niños de cinco años, comenzaran primer grado, siempre que cumplieran años antes de Junio. Yo cumplo años en Julio, pero mi madre, por medio de una vecina, vio la posibilidad de conseguir trabajo en una agencia de empleos, para lograr sumar esfuerzos con mi padre y comprar el terreno tan ansiado. Fue así, que mi madre, fue al colegio a plantearles esta problemática, esperando una solución, ya que mi hermana iba a comenzar el colegio, pero yo ni había empezado el jardín de infantes. La salida fue, que si aprobaba un examen de madurez, ingresaría a primer grado, aún sin ter la edad suficiente. Fue algo sencillo, pero a mi timidez, le dio taquicardia. Una lectura donde se intercalaban palabras con dibujos, que debía memorizar y saber en que lugar de la lectura encajaban. Afortunadamente para el bien familiar, aprobé.

 Recuerdo el primer día de clase, vino a tocar las canciones patrias, la banda Municipal. Y allí estábamos paradas las nenas, con los guardapolvos nuevos, las vinchas y los guantes blancos, temblando bajo la inclemencia del frío y del viento. Nos enseñaron el aula y quedamos deslumbrados, mi maestra, "la señorita Susy", estaba recién recibida y con sus diecinueve años, nos enseñó a leer en cursiva e imprenta mayúscula. Mi desafío era poder escribir sobre el renglón y escribir con el cuaderno sobre la mesita, porque lo escondía para escribir, porque me daba vergüenza que alguien me corrigiera.

 Durante un tiempo, me sentaron con un compañero que era repetidor y bastante revoltoso, pero, nos llevábamos muy bien, yo le hacía barquitos y avioncitos de papel, porque él no sabía y él me alentaba para que no tenga tanto miedo.

 No me gustaba el mate cosido con leche, porque estaba medio amargo y muy caliente, así que solo comía pan o chocolatada cuando había cumpleaños. Tenía una compañera que era más grande que yo y creo que jugaba a que yo era su hija, pero yo no la pasaba bien, entonces mi madre fue a hablar con mi maestra y a partir de ese momento, ella estuvo más pendiente de mí. Recuerdo un día, en que esta compañera, me tomó de la mano y me llevó al patio antes que tocara el timbre y nos retaron a las dos, a ella la mandaron a dirección y como yo comencé a llorar, mi maestra me dejó en un rincón y me dijo que cuando dejara de llorar me fuera a dirección, y obviamente, traté de mantenerme en ese estado, para no ver a la directora.

 La señorita Susy, siempre venía con su longplay de María Elena Walsh, cuando se casó, nos llevó a un teatro del centro, a ver "La Reina Batata" y nos regaló una bolsita de golosinas a cada uno.    

 Mis padres, ya habían hecho amigos en el barrio y como todos estábamos en una situación similar, la buena voluntad y la colaboración era una constante entre todos. Muchos ayudaron a cortar la maleza, pasto puna, enormes plantas de ruda y todo tipo de alimañas, hasta una víbora que mi padre mató con la pala. 

 Imagino el cansancio extremo de llegar del trabajo y seguir con la pala hasta que comenzaba a faltar la luz, pero no se quejaba, se lo veía contento con los avances. 

En algún momento, la situación se tornó muy incómoda, y eso, apresuró la mudanza. Los vecinos vinieron a colaborar con algunos materiales para que pudiéramos hacer habitable el lugar, incluso, en una situación muy precaria. El que más colaboró, fue un vecino de la esquina, el dueño del kiosco, el papá de Roly, con el que se forjaría un linda amistad, incluso con su hijo, que venía todos los días a casa, para que mi padre le enseñara a arreglar radios y televisores. Roly, tenía unos quince años y con el tiempo, consiguió trabajo de acomodador en el cine. Él nos conseguía entradas, con la condición, que mi padre le hiciera churros o pastelitos. En realidad, era como un juego divertido, nos complotábamos para decirle que las películas eran de Gardel, y de pronto, estaba Sandro cantando en la pantalla... sospecho que sí lo sabía, pero era muy divertido.  

 Al año siguiente, mi madre nos cambió de colegio. La 36, era un colegio más pequeño, pero lo recuerdo con cariño. Mi hermana curso sexto grado con una maestra de apellido Cuervo. La relación entre la maestra, mi hermana y mi madre fue espantosa y terminó peor... mi hermana repitió ese año, porque las exigencias eran inescrupulosas. Por mi parte, todo era más tranquilo, conocí a mi amiga Elisa y jugábamos en los recreos, con muchas sonrisas, ya que a las dos, nos gustaban las mismas cosas. Mi maestra, era muy buena y se enfermó casi a fin de año. La suplente, creo que se llamaba Noemí, como yo y recuerdo el último día, no regaló unas lapiceras y lloramos todos, porque no queríamos que se fuera. 

 Ese año, íbamos al colegio, con el hijo de Alicia, la amiga de mi madre. El nene se llamaba José Luis y éramos compañeros de curso. A la mañana nos llevaba mi madre y después se iba a trabajar y a la vuelta, volvíamos caminando con mi hermana. 

Ese año, la maestra nos hizo salir al patio para ver la nieve, porque hacía muchos años que no se veía esta escena en Mar del Plata. 

 Al año siguiente, a mi hermana la anotaron en la escuela 26 y yo hice tercer grado en la 36, en turno intermedio. en esa época, saber las tablas, y poder hacer cálculos mentales, era muy importante, por lo que practicábamos a diario y en algún momento de la semana, se nos repartía tarjetas repartidas en forma aleatoria, con un título, para darle rienda suelta a la imaginación, mientras acomodábamos letras en una redacción. Lo que más recuerdo de ese año, es haber aprendido la Marcha de San Lorenzo y que me iba todos los días con una compañera, que a la vez, era mi amiga y vivía a la vuelta de casa. Nos iba a buscar su hermano y volvíamos riéndonos. A la tarde, ella me invitaba a hacer la tarea a su casa y después mirábamos el show de Gaby, Fofó y Miliqui juntas. Fueron unos años, en que en casa no teníamos luz, por lo tanto, solo veíamos algún programa en la casa de algún vecino y realmente todos funcionábamos como una gran familia, claro... con los desagradables de siempre. Mi madre modista y mi padre electricista, eran únicos en su oficio e intercambiaban favores con los vecinos.

Recuerdo con tristeza la noche, tal vez de ahí me quedó el ser medio noctámbula, Teníamos la luz de un farol y el frio era implacable con nuestro escaso poder de calefaccionar la casa. Comíamos temprano, entre anécdotas graciosas y enseñanzas de Jesús y Martín Fierro, referencias de cabecera de mi padre. Algunas veces, terminábamos de cenar y leíamos revistas de historietas, Patoruzú, Patoruzito, Nippur de Lagash, alguna fotonovela, historias de Corín Tellado y muchas otras revistas, que debías cuidar, porque al día siguiente, se intercambiaban a bajo costo, por otra revista usada. También, le contaba a mi hermana, los capítulos de Meteoro, que había visto en casa de mi tía Luisa, podría decirse que era fan de "el rey de las pistas" jajaja.

 Finalmente, en cuarto grado, mi madre, me inscribió en la escuela 26, con mi hermana, porque era mucho más práctica la ida, ya que tomábamos el colectivo con mi madre, nosotras bajábamos en la puerta del colegio y ella seguía hasta su trabajo. A la vuelta cruzábamos la calle y volvíamos solas a casa.

Antes de entrar, íbamos al kiosco de la esquina, y comprábamos un paquetito de Manon y el agua, se tomaba con el vasito plegable que llevábamos en el bolsillo. 

Mi hermana, terminó la primaria con dos medallas de asistencia perfecta y yo con una, porque siempre fuí muy friolenta, y me costaba salir de la cama. Los días de paro, también íbamos al colegio, porque mi madre debía ir a trabajar, por lo que tocaba caminar unas cincuenta cuadras.

 La categoría de A, B, C o D, en los colegios, marcaba tus supuestas capacidades intelectuales y de conducta. Yo pasé de tercero A a cuarto A, pero en unos meses, me pasaron al B, porque mi maestra dijo que escribía lento. Ella no tenía idea de la tristeza que me provocó, sentía que cada vez que algún pote se vaciaba, yo era la última cucharada... bastante dramático, pero así soy jajaja. 

 Mi experiencia en el B, también fue muy satisfactoria, ya que mi maestra sin gritar, nos mantenía siempre en perfecto orden, a pesar de ser un grado de casi cincuenta alumnos. Cantábamos Alfonsina y el Mar, porque era la patrona del colegio y yo no podía evitar ponerme triste, por la crudeza de la letra, obviamente, había sido explicada en detalle por la maestra. Con los años, aprendí a apreciar su inmenso talento.

El colegio era muy grande y en los recreos veías chicos jugando en todos los rincones, Manchas, rondas, soga, elástico, bolitas y figuritas, bajo el sol del medio día y el honor del elegido para llevar la pesada cartera de la maestra.

Ese año, se nos destacaba a cuarto B, como el curso con mejor conducta del colegio, a pesar de que algunos compañeritos eran medio inquietos. Al que pegaba, lo sentaban conmigo de vez en cuando, y se calmaba, era como un spa jajaja. Increíblemente, nos llevábamos muy bien y hasta me defendía cuando era necesario. Otro de mis compañeros, me decía que se quería casar conmigo y era tan molesto, que me hacía enojar Mi compañero de banco, era un nene muy bueno, que falleció su mamá ese año, por lo que estuvo unos días sin asistir al colegio, pero cuando regresó, hablaba de su mamá en presente y yo no sabía que contestarle, me sentía muy triste,

 Comencé quinto grado en la 26 y por motivos de seguridad, mis padres decidieron vender la casa, ya terminada, gracias al sacrificio de mi padre que, en los veranos, caminaba bajo el sol y sobre la arena. Todos los veranos, se ponía el uniforme blanco y la gorrita, para vender barquillos, gaseosa y helados en la playa, porque el turismo repuntaba la economía y así se compraron los materiales para la casa que él levantó con sus maños y con la ayuda de un tío que sabía de construcción. 

Todos los veranos, mi tía Luisa me venía a buscar al finalizar las clases y a veces, pasaba los tres meses de vacaciones en su casa, jugando con Marcela, Silvia y Javier, quien había planeado a los cuatro años, una boda entre nosotros y con una luna de miel en Córdoba, a la iríamos, obviamente... con sus hermanas jajaja. También jugábamos con otros chicos del barrio, recuerdo a uno de ellos, que se llamaba Omar y tenía un carácter bastante complicado. 

 Con los años, un día, nos dejaron ir solos al cine en Mercedes, fuimos a ver "Un mundo feliz" y "Había una vez un circo", al salir, los chicos no habían ido al baño y terminaron dejándolos pasar en el baño de una cochería, el resto, esperamos entre los coches fúnebres y salimos espantados. Lo peor, fue que a la vuelta nos retaron, porque habíamos tardado mucho buscando baño y ya era oscuro. Cuando nos vieron llegar suspiraron... bueno, no existían los celulares. Y otra anécdota tiene que ver con jugar al carnaval en la calle y a la noche al corso de Mercedes. Del carnaval, solo me gustaba llenar las bombitas, porque era guerra de nenas contra varones y ellos tenían más fuerza para arrojarlas. De los corsos, las carrozas y las comparsas, el resto era todo espuma en los ojos y en la boca. aunque con los años, se usaban un tipo de antiparras de plástico, bueno, igual era divertido ver a todos dirigirse en masa al centro para disfrutar de ese acontecimiento, en el que a ningún niño, se le cruzaba por la mente molestar a un adulto y los más viejitos, lo miraban sentados.

 Des pedirse del barrio... y de mi casa, tan iluminada y tan linda a mis ojos. Despedirme de esos árboles a los que me subía, imaginando que era mi departamento o los que soportaban nuestro peso, al sostener la hamaca que había hecho mi padre. Despedirme de esas muñequitas de papel que tan minuciosamente dibujábamos con mi hermana. Despedirme de mi amiga Bety, que vivía en la vereda de enfrente y de  los chicos del barrio, con quienes jugábamos todas las tardes. Despedirme del jardín de mi madre y de su huerta, de observarla tirando agua con jabón en las partes donde no había pasto, para que la tierra no se levante. Despedirme de esas navidades donde el vecino de enfrente, un señor solitario, que nos compartió su agua cuando todavía no teníamos, llegó una noche de navidad, con una caja llena de cosas ricas y cenó con nosotros. Despedirme de las tortas fritas y la invitación frecuente de Alicia, la amiga de mi mamá y madre de mi compañero José Luis. Despedirme de esos gestos que tenían mis padres, incluso con desconocidos, cuando veían a personas en problemas, como esa vez, que mi madre hizo entrar a una señora mayor con su nieto, porque los vio resguardarse bajo un árbol, mientras una lluvia torrencial, los sometía al frío más cruel y el aguacero no dejó ningún lugar para la tibieza. Ella les preparó un té, los puso cerca del fuego y les dio de comer. O cuando  traía a la bebé de al lado de mi casa, para bañarla y darle leche con una mamadera improvisada, porque su mamá, que aún era una niña, la dejaba en el patio solita y su abuela trabajaba para que pudieran sobrevivir.

 Despedirme de esa infancia tan pura, de unos niños con carencia de cosas materiales y en algunos casos, también de afecto, pero jugando entre el viento y los peligros, con los ojos llenos de inocencia.

 

jueves, 5 de junio de 2025

Mujer camaleón

                                                            https://youtu.be/XHwUNIgAb2g
 Solo esta vez, diré esto que siento,

no importa que digas, yo ya no te creo.

Los lazos de sangre no te detuvieron,

yo te llamé amiga, hermana te quiero.


 No te llamé loca... esa fue tu excusa,

no te he traicionado, te confié mis dudas.

Recuerdo esas veces que fuiste tan dura,

que ni te importaba... ¿O era tortura?


Nada me sorprende, algo lo gritaba.

y vi esa sonrisa, cuando me dañaban.

Decime otra vez lo ingrata que he sido.

ya no te creeré, ¡Qué pena! Te has ido.


A veces dudaba, buscaba argumentos,

mujer camaleón, me creí tus cuentos.

No sabés aún, quien casi te expone,

antes de morir, hizo confesiones.


No importa, deseo que encuentres tu rumbo.

ya saqué tu flecha, de engaño vetusto.

¡Que seas feliz, que llegue abundancia!

No vuelvas, no insistas, hoy ya no me atrapas.


Tuviste el amparo de los mil intentos,

lo tomaste todo... lo tiraste al suelo.

Yo la vi a ella, llorando a escondidas,

pidiendo por vos... ¡Y vos sos tan fría!


¿Qué te hizo la vida‽ No sé explicarlo,

tal vez, me ocultaron lo que fue pasando.

Ya no te protejo con la excusa frágil,

y no te confundas... ya sé valorarme.


¡Tanto llanto amargo! Cómo una mordaza,

_Ella si te quiere ... aunque te maltrata,

después se disculpa, debes valorarlo,

se grabó a fuego... aprendí a acéptalo.


Me llevó mil años y mucho maltrato,

entender al fin, que todo fue falso.

Dejé que esa mano, que apretó mí pecho,

abriera la puerta a demonios nuevos.


No te deseo mal, mí amor fue sincero,

hice lo que pude y no me arrepiento.

Mujer camaleón, no daré consejos,

que Dios sea quien juzgue lo que fue acierto.


No busco que apruebes algo de estás letras,

no pretendo nada... tampoco pretendas.

Solo exhalo ahora, está sombra impropia,

para no arrastrar...  ¡Nunca más deshonra!


Norma.



martes, 3 de junio de 2025

¿Qué es el amor?


 ¿Qué es el amor en el mundo? Y se lucen los poetas,

los filósofos, las musas, los chamanes y las ciencias.

¿Qué es el amor en el mundo? Y las historias no cesan,

cada uno en su dolor, en su relato o su espera.


¿Qué es el amor en el cosmos? Tal vez, no tenga frontera,

o solo será energía, que fluye formando estrellas.

¿Qué es el amor en el cosmos? ¿Será explosión o es esencia?,

o solo el pulso perpetuo, que emana de esta Tierra.


¿Qué es el amor en el hombre? Y lo observa con cautela,

pero las palabras faltan... o se enfrentan en contienda.

¿Qué es el amor en el hombre? Y sonríen con certeza.

pero el amor no es tan fácil, o se siente... o se destierra.


¿Qué es el amor en el sabio? Es la eternidad abierta,

es, SIN MUERTE, he escuchado, con absoluta agudeza.

¿Qué es el amor dice el sabio? Y no piensa en la pareja,

busca caminos eternos, de magnetismo... y materia


 ¿Qué es el amor en la madre? Es engendrar la pureza,

es enfrentarse a la muerte, por cada vida que llega.

 ¿Qué es el amor en la madre? Es según lo que se espera,

si lo honra, es en luz... si lo padece, la enfrenta.


 ¿Qué es el amor en un niño? Es la expresión más correcta,

es amarse, y amar tanto, que no cuestiona... le afecta.

 ¿Qué es el amor en un niño? Es abrazar sin frontera, 

sin juicios en los valores... sin los escudos que pesan.


¿Qué es el amor a la vida? Es apreciar su vehemencia,

la belleza en paisajes, los colores... su imponencia,

esa expresión del perfume, esa lluvia en su clemencia,

es creer en el humano y su bondad en la inocencia.


 ¿Qué es el amor en mi? Es libertad en conciencia,

es la magia en los sentidos, es cuidar en la prudencia.

Es abrazar hasta el tiempo, es valorar lo que llega,

y es amarse en dignidad, para que fluya la entrega. 


Norma.



domingo, 1 de junio de 2025

A PESAR DE TODO Capítulo 3 "La decisión"

 


 Llegó el día en que mi padre, parecía haber encontrado la solución para que la familia volviera a reunirse. 

 La noche que nos preparamos para regresar a Mar del Plata, cenamos temprano y tratamos de dormir ni bien nos acostamos, pero yo ya tenía el hábito de no dormirme tan temprano y me costó poder sumergirme en ese extraño mundo de los sueños.

 En el silencio de la noche, se escuchaba la bocina de algún tren, por la cercanía que tenía la casa de mis tíos de la estación Mercedes. 

 El reloj de cuerda, sonaría a las cuatro de la madrugada. El frío y el sueño, conspiraban para que la confusión ralentizara los pasos y provocara en mi una sensación de incomodidad y temblor.

 Mis tíos nos acompañaron a la estación y nos ayudaron a subir las valijas. En aquellos años, los andenes eran bajos, por lo que los pasajeros, estaban obligados, a subir dos o tres escalones y las puertas eran más angostas, complicando así la tarea de acomodar las pesadas valijas y los bolsos.

 Sinceramente no recuerdo el viaje, supongo que me habré dormido, hasta el obligado trasbordo en Liniers, pero, si había asientos vacíos, era más fácil improvisar una camita con unas mantas.

 El reencuentro con mi padre fue feliz, pero, a pesar de no tener una imagen clara del momento, si creo haberlo visto más delgado y más bronceado.

 El departamentito era muy pequeñito, porque formaba parte de la casa que estaba al frente del terreno, pero dividido con una pared, y al fondo, vivía el hijo de la dueña de casa, al que mencionaré como Mucha ( porque ese era su apellido), con su mujer y sus tres hijos, con los que jugaríamos, porque teníamos un patio en común. Mi madre intentó enseñarles algunas normas de conducta de principios lógicos, pero por momentos, la ignorancia, los hacía caer en extremos, donde el bienestar de sus hijos era puesto en peligro.

 Mucha, era un personaje irresponsable y "ventajero", que aprovechándose del oficio de mi padre y valiéndose de sus contactos para encontrar trabajo, solo iba y venía, mientras mi padre se esforzaba al máximo, para cumplir con los pedidos. El caso es, que faltaban pagos de trabajos entregados y ese dinero nunca llegaban Las excusas se acumulaban, hasta que empezó a faltar la comida, mientras que ellos, no disminuías en nada su forma de vivir. 

 No recuerdo muy bien que pasó, e incluso, todo pudo haber sido mucho más grave de lo que me contaron. Solo me contaron que mi padre descubrió, ya sea porque fue a hablar, o porque lo dedujo, que todos los pagos se habían hecho en el tiempo estipulado, pero nosotros no habíamos recibido más que migajas. Así fue que mi padre, un hombre pacífico y amante del diálogo, fue a confrontar a Mucha, enardecido por la injusticia, furioso por todo lo que había trabajado y por la tremenda situación que estábamos padeciendo. Me contaron, que como se decía en el barrio, mi padre lo quiso "agarrar a trompadas" y Mucha, se escondió a su casa, lo que provocó que alguien llamara a la policía por los gritos, pero obviamente, que el reclamo de mi padre fue justificado.

 Mi tía Luisa y mi tío Tito, llegaron de Mercedes, supongo que después de recibir alguna carta o telegrama de mi madre, porque en esa época, poca gente tenía teléfono. Creo que en esos días, operaron a mi hermana, y cuando despertó de la anestesia, yo estaba tan cerca, que me pegó sin querer y una enfermera llamada Celeste, me trajo un cuaderno y unos lápices, para calmar mi llanto.

 Algo se conversó entre los adultos, y de tarde, dejé a mi familia y viaje, con mis tíos a Mercedes... solo tenía cuatro años. 

 Tomamos el tren ya de noche y supongo que habré extrañado y habré llorado mucho, no lo recuerdo. Mis tíos estaban muy preocupados por contener mi angustia, y esa noche, conocí lo que era el camarote de un tren y no recuerdo bien porque, pero pasamos una segunda noche en un pequeño hotel.

 Mis días en Mercedes, pasados las primeras angustias y los llantos, eran soñados. Al despertar, tenía el vestidito que iba a usar por la mañana, planchado en el fondo de mi cama y en el piso, los zapatitos lustrados y con talco. Mis tíos, compraron una estufa más grande para el invierno y se volvió tradición, hacerme dulce de higos casero, como postre para el almuerzo y mi tía me hacía todas las tardes, para la merienda, una torta de limón casera.

 Por las tardes, después de la hora de la siesta, mi tía, me preparaba la bañera con espuma para bañarme, después merendaba y usaba un vestidito "de salir", con mis pulseras, anillo y cadenita de oro, que aunque hoy, parece irreal, era posible y cotidiano para todos. Este ritual, era para salir a comprar con mi tía o para salir a jugar con los chicos que vivían al lado de la casa de mi tía, Marcela, Silvia y Javier. Ya en la calle, se sumaban otros chicos del barrio y en verano, a menos que a alguno, le tocara vacaciones, era reunión obligatoria para rondas, manchas, rayuelas, saltar a la soga o al elástico, y eso se prolongó por muchos veranos hasta que se nos escapó la infancia. Y cada tanto cortábamos el juego, para ver las luciérnagas que encendían y apagaban su magia, en un terreno que no había sido vendido y del que a veces, cortábamos hinojo y lo íbamos a lavar para comerlo.

 Este momento único de la tarde, se veía interrumpido por la cena y después, padres o abuelos, salían con sus sillas a la vereda, y mientras ellos conversaban, nosotros continuábamos en juego hasta las once de la noche aproximadamente.

 Fue mi primer invierno con ellos. Aprovechaban los días de lluvia, para acomodar o remarcar la mercadería de la tienda, situación que me fascinaba, porque podía ayudar y observar las telas, las puntillas, los botones etc

 Las cartas llegaban de vez en cuando y el intercambio era muy lento, pero me fui adaptando. Mi tía respondía por mi y me leía las correspondencias que llegaban desde Mar del Plata.

Yo tenía un placarcito con mis vestiditos perfectamente planchados y mis tapaditos. Mi tía Anita y mi tío Jorge, vivían en el campo, pero a ella le encantaba la ciudad, y siempre visitaba a sus hermanos, por lo tanto, la veía con frecuencia. Cuando pasaba por la casa de mi tía Luisa, se llevaba algunas telas para hacerme unos vestiditos, ya que todas mis tías eran modistas, y mi abuela también, pero lamentablemente había fallecido cuatro años antes de mi nacimiento.

 La casa de mi tía era muy amplia y luminosa, pero el patio y el fondo... eran mi lugar mágico, de exploración y fantasía. Al salir de la cocina, estaba la galería, donde he visto a mis tíos, elaborar jabón, vino y conservas de todo tipo. Después, por la izquierda,  el piletón del patio, donde jugaba, con juguetes heredados de mis primos y unas sillitas chiquitas de paja. A continuación, el galponcito de las herramientas, el horno de barro, un inmenso gallinero y al fondo, una enorme higuera de higos rojos. Al costado del gallinero había flores y los pasillos eran de piedritas.

 En el centro, una gran parra de uvas negras, rosadas y blancas, un patio de ladrillos y la quinta de mi tío, con frutillas, pepinos, tomates, zanahorias, zapallos, varios tipos de lechugas y seguramente había mucha más verdura que no recuerdo, árboles de mandarinas, limones, ciruelas, duraznos, naranjas y otra gran higuera de higos amarillos. 

 A la derecha, sobre el frete, la casa tenía un garaje, que alquilaban, y a continuación,  un gran espacio para los rosales de varios colores, todos, dentro de un cerco, y más al fondo, otras flores y árboles. Para dividir el terreno de mi tía del de la casa de mis amigas. Un alambre tejido con ligustro dividía el terreno de mi tía del de los vecinos y al fondo, una puertita de reja, que comunicaba las dos casas, para asistir al vecino por si surgía alguna emergencia.

 Ese año, fue marcado por la llegada del hombre a la luna, y lo recuerdo, porque fue la madrugada posterior a mi cumpleaños número cinco. Y allí estuvimos, con sueño, parados frente a un televisor, en donde, con dificultad, podíamos apenas distinguir una sombras que presumíamos como el gran evento del que estábamos siendo testigos.

 Mi cumpleaños número cinco, no fue lo que hubiese preferido, a pesar del empeño de mis primos. Vinieron mis primas y algunos vecinitos, pero... en un momento se fueron para hacerme una broma, supongo, y terminé llorando... como siempre. Divertido, en el verano, era el cumpleaños de una de mis amigas. Su familia, era muy amable y simpática, sobre todo, los abuelos. 

El conflicto se desató, cuando uno de mis tíos, se enteró que mis padres iban a aceptar que mis tíos me adopten, para que tenga una mejor vida y mi tía ya me había dicho que solo necesitaban mis papeles para reservar mi vacante en un colegio privado y en una escuela de danzas flamencas, ya elegidas. Este tío que no estuvo de acuerdo, habló con mi madre, para que reflexionara sobre la decisión, y finalmente, llegaron a la conclusión, que yo decidiría con quien quedarme.

 Después de un año de vivir con mis tíos, debía volver a Mar del Plata, y elegir cuál sería mi destino. Yo lloraba, porque ya no quería volver, aunque sí extrañaba a mis padres y mi hermana. Definitivamente, no tenía idea a que tenía que enfrentarme, y mucho menos, que al definir mi futuro, arrastraría una extraña sensación que me hace pensar que estoy de mas o que siempre molesto.

 Mi tía me había prometido, que antes de ir a Mar del Plata, iba a  llevarme a pasear a Palermo y cumplió. Era un día de calor, pero de mucho viento, y para sacarme una foto, me pusieron invisibles en el pelo, para que no salga despeinada. Mi tía eligió un fotógrafo de esos que quedaban en los lagos de Palermo, con sus cámaras enormes en trípodes y una tela oscura por detrás, donde se ubicaba el fotógrafo.

 Mientras tanto, mis padres, se habían ido del lugar en el que vivíamos. a causa de las peleas y unos vecinos que vivían enfrente, les habían prestado parte de su gran terreno, para que instalaran una casa prefabricada.

 Recuerdo que golpeamos la puerta, mi madre abrió la puerta, me abrazó y nos pusimos a llorar. Después mi padre me abrazó y el contraste era grande. Mi hermana, quería convencerme, que en ningún lugar podría estar mejor que con ellos y después fue a buscar una moneda de un peso que tenía guardada y fuimos al kiosco a comprar caramelos.

 Ya de tardecita, debía tomar una decisión. Recuerdo que vi a todos con lágrimas en los ojos y a mi hermana llorando con desesperación. No sé como, pero tuve la lucidez, de elegir la inocencia de mi hermana y su generosidad de compartir conmigo la moneda que estaba guardando desde hacía mucho tiempo. Mi tío, miró mi bolsito amarillo con mi ropa aún en el interior y dijo una frase que nadie olvidaría... _¿Volverá algún día ese bolsito a casa?.. 

 Y como no podía ser de otra forma, la vida sería más dura a partir de ese momento, pero siempre volvería en vacaciones a la casa de mis tíos, hasta que, a mis trece años, falleció mi tío Tito a los ochenta años.