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lunes, 30 de junio de 2008



Dudo...

Dudo de la noche que duerme en sordina
como si pudiera aquietar la vida.
Dudo del desierto árido y estéril
que se regodea de vivir sin huésped.

Dudo de la lluvia que irriga los prados
hidratando tallos como un ángel manso.
Dudo de las flamas que arden piadosas
encendiendo cirios que exaltan la gloria.

Dudo de los cielos diáfanos y añiles
que entablan alianzas con vientos hostiles.
Dudo de los lagos benignos y ociosos
que se arremolinan y arrastran furiosos.

Dudo de los pinos de aspecto esponjoso
seduciendo tersos como suaves copos.
Dudo de los truenos que advierten tormenta
y luego se apartan como espuria afrenta.

Dudo del abrazo de un desconocido
que dice querernos como a un gran amigo.
Dudo del que brinda afecto a dos manos
mientras que el gentío lo alaba animado.

Dudo de las masas de un Dios negativo
que expresan tener siempre un enemigo.
Dudo que el perverso egoísmo innato
inhiba el impulso del amor humano.

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