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miércoles, 28 de mayo de 2025

Calma




 No sé que paso... en ese momento,

en manto de paz, se abrió un comienzo.

Ya no está la inquietud que ayer dolía,

algo puede influir... será poesía.


Esa urgencia aplacó el panorama,

una estela de luz vuelve a mi alma,

un susurro sin voz, de mar y rosas,

una escena feliz, algo borrosa.


¿Dime cielo qué es, qué ha pasado?

¿Qué sucede al silencio más aplacado?

Si las nubes no huyeron y ni huye el frío...

¿Qué cambió allá afuera... o es dentro mío?


No voy a cuestionar, la calma es oro,

revivo en la esperanza, cierro los ojos.

No quiero encrucijadas, ni dos caminos.

recibo honestidad como designio.


Ese sol que al fin se abre, cesó la lluvia,

esos ojos abiertos, que ya no dudan.

esos brazos cansados, ahora tranquilos,

esos ojos tan tristes, ahora con brillo.


Si quieren decir, que digan, que saquen todo,

si la verdad es fuerte, afianza logros.

¿Quién tirará la piedra con maños limpias?

¿Quién juzgará, si es reo en la justicia?


Voy a mirar las flores que aún resisten,

voy a dar gracias siempre, si sobreviven.

Esas pequeñas joyas, son muy valiosas,

esas que no se piden... que crecen solas.


Una mirada larga, que llega al fondo,

"brazos de sol" que cubren los años rotos.

Esa dulzura nueva que aprende pasos,

que solo guarda el fruto de aquel pasado.


Este bello paisajes, huele a sonrisas,

remanso de días largos, que pierden prisa.

Comienza a moldear futuro... pasión e ideas,

y cuando llega la noche... se cuenta estrellas.


Norma



domingo, 25 de mayo de 2025

Los cantares de un juglar


 Hoy, te cuento una historia, que tal vez no se comprenda,

tal vez, por ser tan extraña, por barroca... o por extensa.

 Érase una vez un cuento y una niña soñadora, 

con los miedos adosados, que la pintaban con sombra. 


 Una vida en restricciones, sin libertad... bajo el yugo,

de aceptar los menosprecios, lo que se puede, y su rumbo.

Sometida al desarraigo y el dolor en despedidas.

a callar, por ser amable, sin defender su valía.


 Sus ojos quedaban fijos, en lo preciado... perfecto,

de su libertad asertiva como legado de ejemplo.

Y así pasaron los años, con su faro de incentivo.

Él, fue su historia bella, ella, vivía en su limbo.


Y aunque el mundo no veía, él se acercó sin miedo,

y aunque fuera un privilegio, se sintió con desconcierto.

No es verdad, que no soñara con quedarse a su lado,

pero el suelo se movía, permaneciendo en su encanto.


La vida los llevó lejos, fue su recuerdo sagrado,

el intocable, el supremo... de imperturbable legado.

Ella, llorando muy triste, pidiendo al cielo la suerte,

de acordarse de quien era, y porque sonreía siempre.


El tiempo la acorraló, solo él podía contarle,

el cielo borró otra opción, para poder encontrarse.

Ella, le explicó sin filtro, el lugar que habitaba,

donde seguía en recuerdos, idealizado... en la magia.


Ella, nunca advirtió, que caminos abriría,

ni si a él le afectaría tanto, el aluvión de caricias.

Nunca tuvo la intención de afectar algún entorno,

solo quiso regalar, algo guardado... muy hondo.


Todo se dio muy bonito, muy extraño... muy sincero,

él sin decir, dijo mucho, ella se jugó con miedos.

Él, la encontró en madrugadas, la consoló, la sostuvo,

ella, le sumó a su cuento, lo que descubrió sin muros.


Él, se fue y regresó, con su carta despechada,

¿Y se enojaba con ella por someterlo a una trampa?

Ella, lo pasó por alto, porque solo lo extrañaba,

él, munido de talento, siempre volvía y se aislaba.


Ella, no quería soltarlo, quería que al fin hablaran ,

esos ojos tan profundos, al tenerlo cara a cara.

Él, proponía un espera, de años y más distancia,

ella, hizo oídos sordos, porque no se conformaba.


Él, tomó las decisiones y la empujó hacia la escarcha,

ella, se sintió morir y se abrazó a sus palabras.

Solo mover una pieza, hubiera cambiado todo,

pero, se creyó el relato y lo empujó bien al fondo..


Ella, se aferró a su cambio, con el dolor en las venas,

no entendió porque encontraba, solo momentos de pena.

Sus hijos como bandera y el silencio como escudo.

se convirtió en la guerrera, en la muralla del mundo.


Y el universo pactaba, otro vuelta involuntaria,

ella jamás volvería... un ángel tendió una trampa.

Solo por curiosidad, leyó una frase olvidada,

pero algo conspiró, abriendo puertas selladas.


Y no lo pudo creer, él la aceptó de inmediato,

ella no podía entender lo que sintió... ¿Era un trato?

Y rescató los momentos que la música traía...

otra vez esa promesa, que ahora sí comprendería.


Su impulso fue marcharse, pero quiso ver más lejos,

para cerrar esa historia, o vivirla por completo.

Su desafío más cruel, fue encontrar su mirada,

pero debía ser fuerte, alguien más lo acompañaba.


Y sostuvo sus entrañas que dolían, desgarradas,

y observo su sonrisa, en la inocencia clavada.

Y la mirada tan triste, de un guerrero hacía el calvario,

le dijo que no lo suelte... su corazón va fallando.


 Y se deshizo de bichos, drenadores de energía,

y se concentró en sus ojos, esos que aún conmovían.

Y se dijo, _ ¡Se valiente!, aquí no habrá garantías,

no jugarás a ganar, solo a amate... y ser digna.


Y los mensajes llegaron, entre tristeza y poesía,

ella, enfriaba el llanto, por no ceder a la huida..

Él, nunca entendería, que el amor no se resigna,

que el tiempo no borra nada, cuando el cielo lo dicta.


Y así, pasó tanto tiempo, que ella se fue alejando,

el aire se volvió turbio, entre sus vicios y encantos.

Y una noche lo entendió, siempre fue lobo enjaulado,

presa de sus instintos... quisieron domesticarlo.


¿Y qué hacer ante los retos de la niebla entristecida?

Ella, se hizo fuerte y resistió su embestida,

él, no supo que hizo, toda esa fuerza expandida,

y presume que es muy fácil aceptar una utopía.



Ahora, no es rencor lo que se impone en distancia,

es no aceptar el dolor, de ocupar lo que si mancha.

Y a pesar de tanto amor, resignarse a no ser nada,

con la confianza partida, por destrozar la esperanza.


Tal vez, lo cante un juglar, en algún nivel sin tiempo,

y se esté romantizando, como un amor sin aciertos,

pero decreta en certeza, que será la última espera,

porque uno de los dos, no volverá a esta tierra. 


lunes, 19 de mayo de 2025

No es verdad que yo lo ignoro

 




Si el agua es el tiempo, y la copa es la vida,

¿Quién fracturó el cristal y me dreno sin medida?

Y fui yo, con mis dos manos, sin proteger mis heridas,

sin aprender que no existe, el final que pretendía.


Y no voy a decir gracias por la experiencia adquirida,

ni es que vea peldaños, para encontrar la salida.

Si es verdad que estos muros, son de lava endurecida,

de dolor y de impotencia, por estar enmudecida.


No es verdad que yo lo ignoro, y tal vez preferiría,

si es verdad que en silencio, se revelo la partida.

Lo lamento, ya no hay tiempo y me golpeó la ironía,

la desilusión es grande y los plazos... perspectivas.


La realidad es el viento, que abofetea en su huida,

es entender sin rostro, es pretender que existía.

Que el sol era una vela, atrapada sin salida,

y yo le ofrecí los años, que tal vez, ni merecía.


Lo admito, fui muy ingenua, hasta que cayó la ficha,

ahora no hay más misterio, fue lo que no quería.

No agradezco la enseñanza, no fue lo que yo pedía,

solo un puñado de errores y realidades nocivas.


Tal vez, si agradezco el hecho de romper con esa brida, 

y ahora, que decida el cielo qué acontece y qué se activa.

Y seguiré caminando, ya no espero una utopía,

y no soy la superada, que agradece la embestida.


Me doy permiso de ser, quien me defienda y me elija.

¡Ni se atrevan a insinuar algo que nunca abriga!

No quise lo que pasó... una historia sin malicia,

con amores retorcidos, a distancia... en codicia.


Y declaro por mi bien, no tolero la avaricia,

no necesito a nadie que me guarde en su desdicha,

que deje como opción, mientras regala y mezquina,

que sacrifique mi tiempo, por alargar la agonía.


¿Y quiénes se habrán creído los que no lo admitirían?

Los que ofrecieron banquetes y me dejaron las migas.

Los que han tomado todo, como si fuera un estigma,

y jerarquizan, y explican... sobre palabras vacías.


sábado, 17 de mayo de 2025

A PESAR DE TODO... Capítulo 2: "Nos esperaba el mar"

 


Tal vez, no recuerde todos los detalles, pero tengo algunos recuerdos que aún se sienten con esa mezcla de alegría e inocencia, esa magia que se duerme, cuando el mundo impone una visión velada de lo que existe.

 Llegamos a Mar del Plata, unos meses antes de mi cuarto cumpleaños. 

 El mar, nos recibió con ese encanto salvaje e infinito y la espuma de su vaivén. La inmensidad de sus médanos suaves, salpicados de rayitos de sol, y ese viento incansable, que ondeaba los banderines de alerta, cuando el imprevisto ritmo de las olas, amenaza con tragarse todo a su paso. 

 El cielo, era como una gran pantalla de anuncios publicitarios, algunos eran dibujados por avionetas que desplegaban un arte mágico, que nos impedía despegar los ojos del cielo, hasta que las frases se completaran.

 Sobre el bullicio de la arena, caminaban los vendedores ambulantes de barquillos, helados, gaseosas y algunas propuestas más. Mientras que, los círculos de aplausos, anunciaban un alerta, para padres que habían perdido de vista a sus hijos. Los guardavidas y las boyas solo tenían movimientos pendulares, sin abandonar su posición y la infaltable advertencia de los adultos, _¡Cuidado con las aguas vivas!

 Lo increíble, era como el viento barría las calles y la ciudad lucía impecable. La llegada de los primeros turistas, era muy notoria y se hacía un poco más difícil caminar por las veredas. Mientras que los inviernos, se tornaban muy crueles en y el trabajo disminuía cuando la muchedumbre se alejaba y la ciudad retomaba su calma solitaria, solo apreciable, para los que resistíamos las tormentas y la furia del mar golpeando las rocas y las escolleras, que invadían su espacio perpetuo. 

De ese tiempo, arrastro dos ¿traumas?. El primero, cuando una pequeña ola me empujó y caí bajo el agua salada. Aunque todo sucedió en segundos, sentí que al abrir los ojos me ardían y que no podía hablar porque instintivamente sabía que eso no era posible. Aunque fue una experiencia mínima, porque mi madre me levanto en segundos, se me activó un miedo exagerado al agua que podía derribarme y asfixiarme también.

 El otro episodio que me marcó, fue por esa idea de querer caminar sola y contar con la ventaja de tener una mano muy chiquita, lo que me permitía deslizarme y soltarme de las manos que me cuidaba. El caso es, que mis padres decidieron darme una lección y me dejaron zafarme y caminar sola entre la gente, hasta que me di cuenta de mi soledad, y una chica, que estaba con un payaso, que vestía una peluca muy colorida y su cara caracterizada, se agacharon para contener mi llanto desesperado. Calculo que como mis padres estaban siguiéndome sin que los vea, esto no tardó ni un minuto, pero... a partir de ese suceso, no me solté más y me causan mucho rechazo los payasos, mimos y cualquier tipo de máscaras o maquillajes que desdibujen un rostro humano.

Recuerdo las últimas  noches en Mercedes, cuando sentíamos miedo, mi madre trababa las puertas con muebles por las noches y dormíamos con un velador prendido, porque mi padre tuvo que viajar en tres ocasiones a Mar del Plata, hasta que finalmente, fueron contratados como encargados en un hotel en la calle Chacabuco al 3.600. El hotel no era grande, creo que tenía tres pisos y en la terraza, vivía una familia en un pequeño departamento, en forma permanente. 

 Recuerdo que, viviendo en el hotel, mi padre, hizo para nosotras y para los nenes de la familia que vivía en la terraza, unos pajaritos que silbaban cuando el viento hacía girar sus colas, ya que en el otro extremo del palito, un clavo se deslizaba sobre una chapita y así se producía el sonido. El resto del pajarito, era de cartulina de colores y en la cola, tres plumas de cartulina, cumplían la función de molinete. En algunas ocasiones, nos armaba barriletes, trompos y otras distracciones.

 Mis padres, eran personas muy sociables y solidarias, por ese motivo, hacían amistad con facilidad. No sé como se formó el vínculo, pero mi hermana jugaba con una vecinita, y yo... solo miraba, porque era muy tímida. Recuerdo que jugaban con un Pata Pata, que era toda una novedad en esos días.

 Era muy divertido, cuando recorríamos por los pasillos del hotel, ya que generalmente, las habitaciones estaban vacías. Olvidé algunos detalles, pero se que dormíamos en camas superpuestas y la de mi hermana era la que estaba arriba, porque yo era muy chiquita.

 Para mi cumpleaños, mi madre me hizo una torta y la decoración fue con gajos de mandarinas, porque me gustaban mucho. Supongo que la situación económica estaba medio complicada, pero yo la recuerdo con mucha alegría. Se me viene a la memoria una imagen de ese día, la luz entraba por una ventana iluminando la mesa en la que mi madre había ubicado la torta, y yo, soplaba las velas, arrodillada en una silla. 

 Una tarde, en que pasó un vendedor, con la promesa de transformar una pantalla de televisión en blanco y negro, a color. Aclaro que estoy situando esta escena en 1968, para que se pueda tomar dimensión del significado de la propuesta. Todos nos reunimos, en torno al televisor, para presenciar el milagro, pero... el señor sacó una especie de celuloide, con rayas de colores y lo adhirió al vidrio, mientras observábamos con desconfianza, una transmisión que sí se veía en colores, pero con rayas horizontales azules, verdes, amarillas etc. No logró convencer a mis padres, pero bueno, evidentemente me impactó supongo, sino tal vez no lo recordaría. 

 Una día, mis padres nos contaron que, habían vendido el hotel y los nuevos dueños iban a prescindir del personal. Para nosotras fue triste, pero para mis padres, fue demoledor. Sin pérdida de tiempo, buscaron solucionar esta impactante noticia y las medidas fueron desesperadas. Buscaron un depósito para los muebles, nosotras tres, mi madre, mi hermana y yo, nos fuimos a Mercedes a casa de mi tía Luisa y mi padre, se quedó en Mar del Plata, buscando trabajo y una nueva vivienda.

 La odisea, duró tres meses y tampoco fue lo mejor, pero en esas circunstancias, era lo posible. Mi tía Luisa, era mi madrina y hermana mayor de mi madre. Su casa era muy amplia y prolija, con una habitación de huéspedes muy cómoda. Era un cuarto muy luminoso con una ventana grande que daba a patio de la casa.

 Mi tío Tito y mi tía Luisa, vivían solos, porque no habían podido tener hijos. El hall de entrada, estaba acondicionado de tal manera, que habían podido instalar una tienda, en la que vendían telas, hilos, cintas, puntillas, botones, cierres, galones etc. Creo que ese es el origen de mi fascinación por estos elementos, que los ciento como óleo para un artista plástico.

 Mi madre confeccionaba delantales, manteles, servilletas y otras prendas, para vender en la tienda, como retribución a la ayuda que estábamos recibiendo.

 Después de tres largos meses, mi padre había encontrado un pequeño departamentito y un supuesto socio, con el que armarían radios, para otra persona. Y así comenzaba otro capítulo en nuestra vida...  

 

 


lunes, 5 de mayo de 2025

A PESAR DE TODO... Capítulo1: "Mis primeros recuerdos"

 

A PESAR DE TODO…

 Capítulo 1: “Mis primeros recuerdos”

                                                           https://youtu.be/AUaw31j_jWo
 Nací una fría madrugada de Julio, con la luna en cuarto creciente, sobre el cielo de Parque Patricios.

 Fui la más pequeña de las dos familias, la materna y la paterna. Mis padres se casaron con treinta y treinta y cinco años, detalle que hoy hablaría de responsabilidad de planeación familiar, pero en su contexto, no se comprendía con ese razonamiento.

 Es la historia de una mujer que había sobrevivido a una triste historia amorosa, con un desenlace de desilusión y muchos chismes y un hombre algo inmaduro, que tenía un encanto muy especial y un talento muy marcado para el arte y la innovación.

 La unión no fue fácil, porque mi madre, pensaba quedarse en su soltería, atendiendo el almacén de “Ramos Generales” de mis abuelos y rechazando “candidatos”, porque ya no quería sufrir.

 Por otro lado, mi padre, era un pelirrojo con mucha paciencia y un buen humor, que te hacía reír sin ganas, pero… su fama de “mujeriego”, hacía que mi abuela lo sacara corriendo con la escoba. Alguna vez, lo cuestionamos con mi hermana, por esa anécdota que cada tanto surgía, de cuando tuvo que salir corriendo, porque se le juntaron cuatro de sus “novias” en la plaza principal de su ciudad natal. Él se reía, mientras respondía, que “eso se termina cuando te enamoras”.

 Mi madre nos contaba que la esperó un mes, para poder besarla por primera vez y eso, entre otras cosas la conquistó.

 Realmente, por muchos años, intuimos que algo había pasado ese día, por el contraste de la alegría en el rostro de mi padre y la tristeza en la mirada de ella en la foto de su casamiento. Ella siempre respondía que se debía a que estaba cansada, porque se había levantado temprano para atender el almacén… ¿El día de su boda? Con los años, y por la infidencia de una tía, supe que mis abuelos maternos habían rechazado esta unión, no solo por la “fama” de mi padre, sino, porque era menor que mi madre y porque tampoco su condición social era acorde al bienestar que pretendían para sus hijas.

 De todas formas, el amor pudo más, y al año, nació mi hermanita Iris María, una pelirrojita que, lamentablemente no conocí, porque falleció a los dos días, debido a una insuficiencia respiratoria, que según dichos de mi madre, se debió a mala praxis, o falta de tecnología en el hospital. No tuvimos foto de ella, pero mi madre siempre guardaba una foto de una revista que recortó una tía, porque decía que ese bebé era idéntico a ella.

 Tardaron dos años en recuperarse en parte, de esa pérdida tan dolorosa, pero finalmente, llegó mi hermana Cecilia. Ella fue esa luz que volvió a iluminar sus corazones, después de tantas lágrimas y desbordó su amor incondicional, sus atenciones y todos sus sueños aplazados por la fatalidad del destino.

 Y después de cuatro años, nací yo (Volvamos al inicio). Tenía apariencia muy frágil, hablaba en voz bajita, con un cabello rubiecito y muy finito, que me cortaban a la altura donde comenzaban los bucles, para que no llorara cuando me lo peinaban. Comía muy lento y la anécdota, era que cuando ya estaba satisfecha, era imposible tentarme con algo más. Era muy sensible y lloraba con facilidad, incluso, cuando me aplaudían en los cumpleaños. Cuando tenía sueño, pedía” upa” y recordaba a quien me acunara, que cuando me durmiera, me sacaran los zapatitos.

 Recuerdo que un día, a la hora de la siesta, (en esa época era una obligación dormir, haciendo un corte en el día, porque la gente se levantaba muy temprano y las mamis estaban en casa, para supervisar ese ritual) yo me levanté decida a tomar mate, pero… no me gustaba el gusto de la yerba, así que, decidí tomar mates de azúcar y agua fría, porque tenía dos años, y no podía calentar el agua… y sí.

 Mis padres se levantaron y no pudieron creer lo que veían. Yo, sentada en la galería que daba al patio trasero, en el “etate” (Silloncito de madera con posa brazos, pintado en colores pastel, que había construido mi padre para mi hermana), sorbiendo “mi infusión”, con total normalidad, mirando los árboles frutales que teníamos en el fondo de la casa, que alquilábamos en Mercedes, provincia de Buenos Aires, en donde vivimos hasta mis tres años.  Por supuesto, la escena fue narrada a todos los que llegaban a casa y provocó muchas risas, pero yo no entendía donde estaba la gracia, ya que, ellos siempre tomaban mate y no tenía nada de particular.

 También recuerdo, que a veces, memorizaba parte de las tareas del colegio de mi hermana, porque ella estudiaba repitiendo en voz alta. Así, aprendí la fecha de llegada de Colón a América, una poesía a San Martín y bueno, también una vez le firmé un boletín, pero bueno… se aprende del ejemplo.

 Alquilábamos una casa con un fondo grande, lleno de árboles. Era una zona de casaquinta y la nuestra, era de las primeras, donde los terrenos no eran tan grandes.

 Por las tardes, salíamos salir a la puerta, a la hora en que mi padre volvía de la fábrica, él nos esperaba en la esquina con su Siambretta y nosotras corríamos a saludarlo, entonces, nos subía, a mi hermana atrás y a mi, adelante y nos llevaba hasta casa, que era donde terminaba la calle.

 En una ocasión, mi madre tuvo que salir por un momento, y mi hermana decidió que era momento de lavarme la cabeza, pero no pudo enjuagarme, así que, cuando llegó mi madre, todo era un caos, de llanto, espuma y agua. Y hablando de burbujas… en esa época, los programas infantiles solían dar ideas, poco chequeadas, diría yo. Las instrucciones eran: poner detergente en un vaso, absorber de ese líquido con una bombilla y soplar para hacer burbujas. Mi hermana tenía la técnica, pero yo no, así que conocí el gusto del detergente, que más tarde se pasó, con un plato de sopa.

 En frente de nuestra casa, vivía mi amiga María José, medio año más chica que yo, pero con más incentivos, ya que tenía más recursos y su casa siempre se llenaba de gente, porque sus padres eran jóvenes profesionales, simpáticas y sociables. Desde que nos despertábamos, comenzaban los cruces de una casa ala otra, porque nuestras madres supervisaban y no había peligros. Ella tenía un cuartito lleno de juguetes nuevos, pero prefería jugar con la “pepona” de mi hermana o un payasito, que era nuestro. Su mamá la retaba porque tenía la costumbre de dar vuelta el bolsón de juguetes y desparramaba todo ni bien nos juntábamos.

 En los años compartidos, la vi tirarse a la gran piscina que tenían sus padres y ellos tirarse detrás, con la desesperación de que pudiera ahogarse, a pesar de la precaución que habían tenido de construir una pequeña para ella.

 Una vez nos retaron, y creo que lloré (para variar), aunque después se rieron mucho. Estábamos jugando con una pelota y como yo tardé en devolverla, me dijo: _Pasame la pelota, pelotu… (tal vez de ahí mi trauma, jajaja).

 Su mamá me presto su sillita alta, una noche que mi madre fue hospitalizada, con la sospecha de haber perdido un embarazo. Compartió con nosotras la varicela y alguna que otra gripe, porque era imposible que no se cruzara y se subiera a nuestras camas cuando estábamos enfermas. Para jugar, me cambiaba su triciclo nuevo, por el mío, reciclado de mis primos y una muñeca nueva por una viejita nuestra, cuando se iba de vacaciones.

 Cuando nos fuimos de Mercedes, su mamá nos regaló dos muñecas preciosas, que nos robaron en un depósito de muebles en Mar del Plata.

 Recuerdo su carita llena de lágrimas en los brazos de sus padres, esa noche que nos mudamos. Unos años después, la visitamos en su nuevo domicilio y volvió a dar vuelta su bolsa de juguetes y otra vez el llanto de la despedida, creo haber tenido ocho años entonces, y no nos volvimos a ver.

sábado, 3 de mayo de 2025

Solo hablo de mí

                                                           https://youtu.be/5ITUC7rPu0s

Solo hablo de mí, no quiero ganzúas,

no tengo las llaves, ni me salto dudas.

No tengo las claves, no escudriño nada,

no quiero forzar... no sirve de nada.


No tengo la fuerza... tampoco me falta,

hoy tengo la fe que todo me aplaca,

me dice al oído, que lo mío llega,

que nadie ha podido matar la vehemencia.


Que no me preocupe... y yo no comprendo,

que no es de hojalata, es rugido intenso,

que nunca fue en vano, a pesar del cerco,

vas a agradecerlo... no llores el tiempo.


Solo hablo de mí, eso es lo que puedo,

porque ya no quiero habitar misterios.

Me dicen que nunca el sol ha fallado,

que se ha escondido, que esta eclipsado.


¡Reclama lo tuyo! hay un documento,

firmado con sangre y todos los sellos.

¡Relaja los hombros y cierra los ojos!

Llegan bendiciones... no serán de otros.


¡Atráelo, pide!.. No muevas ni un dedo,

solo hablo de mí, porque es muy complejo.

A veces desisto, a veces me enojo,

resisto, y me aferro a un falta poco.


Y quiero explicarlo "¿Sabes lo que pasa?",

aunque dentro mío, sé que no hace falta.

Esto es tan frustrante, como alzar las manos,

y sentir estrellas que no has alcanzado.


Como abrir los brazos y estrechar el aire,

como esa certeza sin corroborarse.

Como estar parada tras de un cortina

y escuchar las voces... y solo adivinas.


Solo hablo de mí... porque son certezas,

porque es muy injusto resistir esperas.

Y no hay garantías, la nube es de niebla,

solo me aseguran tiempo de cosecha.


Norma.